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jueves, 12 de septiembre de 2019

Valores y actitudes hacia el medio ambiente

Actitudes y componentes actitudinales: cognoscitivo, afectivo y conativo.

Actitudes.

Las actitudes influyen en la percepción; la percepción y las actitudes sociales ejercen un efe4cto reciproco. Las actitudes son importantes porque de ellas depende lo que se observa en el ambiente, la manera de codificar la información que se reúne de las observaciones y la forma de reaccionar. ¿Qué son las actitudes?  La actitud es una organización bastante estable de las opiniones, sentimientos y conductas de un individuo ante los demás, ante las situaciones o los objetos. Dicho de otra manera, es una tendencia general a emitir la misma respuesta ante una persona u objeto. Es decir, el mismo patrón de pensamientos, sentimientos y tendencias conductuales.

Distintos autores que tienen como objeto de estudio a la psicología coinciden en que el tema de las actitudes sigue fascinando a los investigadores y es, sin duda, una parte clave, aunque controversial, de la psicología social. Tal es la generalidad que con frecuencia se habla de actitudes para referirse a diferentes cosas. De estas discusiones, una de las más polémicas que más aportaciones ha originado es la que se refiere a la conducta. Sin embargo, aún no existe una sola definición en la que todos los psicólogos estén de acuerdo respecto a las actitudes.

Gross (2004), que cita a Rosenberg y Hovland (1960), dice que las actitudes son las predisposiciones por responder ante cierta clase de estimulas con cierta clase de respuestas.

Se puede considerar, continua Gross, que una actitud es una mezcla o integración de creencias y valores. Las creencias representan el conocimiento o información que se tiene del mundo y en sí mismas no brindan una evaluación. Ahora bien, para convertir una creencia en una actitud se necesita un ingrediente de “valor”. Valor se refiere – con el sentido del individuo – a lo que es deseable, bueno, valioso, meritorio y demás. Mientras que la mayoría de los adultos pueden tener miles de creencias, únicamente tienen cientos de actitudes y unas cuantas docenas de valores (Groos, 2004). Con base en estas proximidades conceptuales se infieren las clases de respuestas que provienen de las actitudes.

Componentes actitudinales.

Las constantes de pensamiento, entendimiento y atención, en un análisis estructural, descubren en las actitudes tres tipos de componentes:

1.       El cognoscitivo o perceptivo.

2.       El afectivo.

3.       El conativo o de conducta.

Estos componentes de la actitud interactúan entre sí y tienden a relacionarse y si alguno de ellos varía, también los demás lo harán. En general, los componentes perceptivos, afectivos y de comportamiento son compatibles. De acuerdo con esta compatibilidad y al conocerse los estímulos (individuos, interacciones, asuntos sociales o cualquier objeto de actitud), se pueden medir por las variables dependientes o respuestas fisiológicas, declaraciones verbales, de afecto, de creencia o respecto al comportamiento (González, 1981). Se agregan las respuestas perceptuales o acciones abiertas que sugieren la existencia de una actitud y que caracterizan las actitudes sociales como variables intencionales.

Componentes cognoscitivos (respuesta cognitiva)

El componente cognitivo es lo que una persona cree acerca del objeto de la actitud, como es ese objeto de modo objetivo. Sobre todo, está formado del conjunto de opiniones, categorías, atributos y conceptos. Las creencias están constituidas por la información que se acepta de un objeto, un concepto o un hecho, tanto si la información es precisa como si no lo es. Muchas creencias están compuestas simplemente por una proposición que se considera ampliamente como verdadera; pero, sean verdaderas o no, tienen una intensa influencia en las personas que las mantienen. Son en sí mismas irrebatibles.

Componente afectivo (respuesta afectiva).

El componente afectivo es lo que una persona siente acerca del objeto de la actitud, que tan favorable o desfavorable lo evalúa. El componente afectivo sería la emotividad que impregna los juicios. La valoración emocional positiva o negativa, que acompaña a las categorías asociándolas a lo agradable o a lo desagradable. Por ejemplo, cuando alguien dice “no me gustan las reuniones multitudinarias”, está expresando un rechazo. Es el componente más característico de las actitudes, una actitud estará, por tanto, en estrecha relación con las vivencias afectivas y sentimientos de nuestra vida. El sentimiento afectivo le da carácter de cierta permanencia. Este componente de tipo sentimental debe verse desde su intensidad y su posición en la predisposición que tiene el sujeto, de que le guste o no, en su valoración del objeto de las actitudes. La intensidad del sujeto y de la situación: “importa o no, mucho o poco”, y hasta qué punto y grado es cuestión de la valoración afectivo-emocional.

Componente conativo (respuesta conductual).

El componente conativo se refiere a cómo responde, de hecho, una persona ante el objeto de la actitud. El componente conativo o de acción ocurre cuando el individuo cree o piensa una determinada cosa, siente una vivencia positiva o negativa hacia dicha cosa y actúa de una manera determinada ante ella. Las actitudes poseen este componente activo que, con la valoración cognoscitiva, predispone emocionalmente al acto, sea este afectivamente realizado o admitido en el ámbito interpersonal, dependiendo siempre de la facilitación u obstaculización social. Es el componente instigador de conductas coherentes con las condiciones y los afectos relativos a los objetos actitudinales.

Con base en estas definiciones en las que la actitud resalta como el elemento activo del sujeto, se acopla la preocupación para medir la actitud hacia la problemática y la conservación del medio ambiente. La importancia percibida de los problemas que afectan la arquitectura natural, en relación con otros temas de interés público, ofrece evidencias diversas dependiendo del tipo de problema ambiental con el que se compare. Aunque habrá que hacer notar, como algunos estudios indican, que la preocupación ambiental no predice bien las conductas específicas. Este se debe a que hay inconsistencias en la relación entre actitudes y comportamientos ambientales.

Valores y actitudes hacia el medio ambiente.

La psicología, sin duda, ya ha sido cautivada por el ambiente. En este campo se analiza como las condiciones ambientales afectan las capacidades cognitivas, movilizan los comportamientos sociales e impactan la salud mental. Asimismo, el campo emergente de la psicología ambiental contribuye al análisis de las percepciones e interpretaciones de la gente sobre su medio ambiente. Se trata de una visión cuyo sentido está orientado hacia una ética normativa que reconozca cabalmente los valores ambientales y los deberes hacia el medio.

La idea de una nueva ética ecología tiene el propósito de explicar la valoración no como dependiente del hombre, sino que señale plena y adecuadamente los valores y cosas valiosas de la naturaleza, que haga ver que los fenómenos naturales y no solo el hombre exige respeto y que explique los deberes (morales) del hombre consigo mismo y para con su medio. Es decir, se necesita una ética de la tierra. El problema moral se ha tornado “específico” para el hombre por el imperativo de la supervivencia y de una responsabilidad solidaria a fin de preservar la biosfera terráquea. La pregunta de la ética es, entonces, ¿Cómo debenos vivir o cuando menos sobrevivir, pero con dignidad humana?

Relación de valores, actitudes y creencias con el comportamiento y su influencia en la preservación del medio ambiente.

La degradación ambiental no es solo un problema que exigen soluciones científico-técnicas. En realidad, no es tanto un problema en el sentido objetivo de algo exterior al hombre, sino como un problema de conciencia o de actitudes y conductas humanes (valores, actitudes y creencias). La crisis ecológica deriva, a la postre, en el planteamiento de un nuevo sistema ético: la bioética como puente entre los hechos científicos y los valores morales. Con ello se contribuiría a comprender que los problemas ambientales son, ante todo, problemas de la humanidad y, por ende, del comportamiento humano. Es el comportamiento de las personas lo que genera un incremento de la gravedad de un problema ambiental.

La teoría del valor-creencia-norma (VCN) sugiere que existe una cadena de elementos que se activan sucesivamente de forma directa o indirecta, frente a un problema ambiental. El primer activador son los valores. Los valores personales van enraizados en los rasgos de personalidad y las actitudes, y activan creencias. La creencia más importante es la visión ecológica del mundo; es decir, como se cree que deben ser las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza. Dicha creencia activa la percepción sobre el grado de amenaza hacia los objetos que se valoran y la percepción sobre la posibilidad personal de reducir dichas amenazas.

Según como sean estas creencias, se activarán las normas personales; es decir, el sentido de obligación o no obligación para llevar a cabo acciones al respecto. Por último, si hay un sentido de obligación (la norma personal), se activa la conducta, ya sea de consumo, de ciudadanía proambiental o de sacrificio. Una breve explicación, a modo de ejemplo puede aclarar esta ecuación:

1.       Mi valor dice “aprecio esto”.

2.       Mi visión ecológica dice “entonces, la relación entre humanos y naturaleza debería ser así”.

3.       Mi creencia sobre el objeto deñado dice “creo que el objeto X está en peligro”

4.       Mi creencia sobre las posibilidades de actúa dice “puedo hacer algo”.

5.       Mi norma personal entonces dice “debo hacer algo”.

6.       Y entonces actuó.

Un gran número de investigaciones que se ocupan de los valores demuestran que la gente tiende a posicionarse respecto a tres grandes tipos (esto no significa que un mismo individuo se posicione siempre respecto al mismo tipo de valores en todas las situaciones):

·         Egoístas. Los que predisponen a la gente a proteger solo aquellos aspectos del medio ambiente que pueden afectarles personalmente, y a oponerse a acciones proambientales si suponen costos personales elevados.

·         Altruistas. Los que predisponen a la gente a actuar cuando los problemas medioambientales pueden dañar a otras personas (ya sean de su comunidad, su país o toda la humanidad).

·         Bioesféricos. Los que predisponen a la gente a actuar cuando los problemas medioambientales pueden dañar a la naturaleza (a todos los seres vivos, incluso a los seres humanos).

Según algunos autores, estas diferentes formas de valorar se relacionan con la autoconciencia del individuo; es decir, hasta qué punto el individuo se siente y se define como interdependiente o no de otras personas y otros organismos.

Merece la pena señalar que otras teorías reformulan esta clasificación a tres bandas, y reconocen solo dos dimensiones en los valores; cada dimensión se desplegaría como un continuo. La primera dimensión se orienta hacia los objetivos vitales, en donde existen dos extremos: trascendencia, la cual incluye objetivos que trascienden al individuo y promueven el interés de los otros y de la naturaleza, como ser abierto, altruista, honesto, indulgente; y egoísmo, que incluye objetivos que promueven los intereses propios independientemente de los otros. La segunda dimensión se orienta hacia el cambio social o la tradición, en donde existen dos extremos: apertura, la cual incluye objetivos como la creatividad, curiosidad, excitación y placer; y conservadurismo, incluye objetivos como el respecto a la tradición, los padres, los antepasados, etc.

Por otra parte, las creencias tienen una función mediadora esencial entre los valores y la conducta porque definen el tipo de personas o cosas que se piensa que están afectados por los problemas medioambientales, y hasta qué punto se puede hacer algo por ellos. Las creencias dependen de cómo se perciben la información y el contexto. Por ejemplo, para saber la existencia de un problema se necesita información y publicidad; asimismo, para conocer sus consecuencias probables se puede percibir que el problema es responsabilidad de uno, de todos o solo de la administración; se puede creer que no hay posibilidad de intervenir y marcar una diferencia debido a razones políticas, religiosas, culturales, etc. La modificación de creencias es clave para vincular el valor con la conducta y esta, a su vez, con el entorno natural local, por lo menos.

La relación entre valores, creencias y normas y el medio ambiente.

Imagina que se descubre que en Vitaruto, comunidad que pertenece al municipio de Culiacán, Sinaloa, un rastro TIF está contaminando el rio Tamazula. La única forma de acabar con el problema es desmantelar la fábrica, pero mucha gente trabaja en ella. Se puede imaginar como funcionarían los valores de la gente del pueblo frente a este problema:

1.       Las personas con un talante valorativo más egoísta podrían pensar: “Esto no va conmigo”, si el problema no les afecta directamente a ellas, ni a sus familiares o amigos, claro.

2.       Las de talante más “bioesférico” podrían pensar: “Tengo un conflicto: por un lado, no quiero que la gente se quede sin trabajo, pero es intolerable que se esté contaminando el rio; la fábrica debería cerrar. Alguien tendrá que solucionar el problema de los empleos”.

3.       Las de talante más altruista podrían pensar: “Entiendo que se está dañando el río, pero el desastre que supondría el cierre de la fábrica para las familias que viven de ella sería tremendo, así es que creo que no deberían cerrarla”.

Sin embargo, la forma como se concreta la norma personal (“tengo que hacer algo, o no”) estaría mediada por las creencias que surgen de estos valores, que en parte dependen del tipo de información que llega a los actores. Por ejemplo, el “bioesférico” podría no actuar en absoluto si pervive que el gobierno no piensa solucionar el problema de la contaminación, ni de los empleos; el “egoísta” podría protestar activamente para que se cierre la fábrica si tiene indicios de que la contaminación del rio puede suponer un riesgo para la salud de sus hijos cuando vayan a jugar allí; el “altruista” podría firmar a favor de cerrar la fábrica si ha oído que hay otra empresa que va a admitir a los trabajadores eventualmente despedidos, etc.

Por lo tanto, el predictor más importante de la conducta proambiental son las normas personales (y esto se ha demostrado empíricamente), ya que representan la concreción de intenciones del individuo una vez que los valores se han puesto en el contexto mediante las creencias. Aclarando un poco más, los tres tipos de valores podrían coexistir en un mismo individuo; lo que dice la teoría del VCN es que el posicionamiento definitivo se conformara de acuerdo con alguno de los tres tipos de valores. Desde un punto de vista pragmático, los discursos que se defienden ante cualquier problema medioambiental, ya sea “pro” o “anti”, normalmente intentan activar o desactivar las normas personales del público moldeando un cierto tipo de creencias. En suma, es más fácil moldear una creencia que cambiar un valor.

Efectos colaterales, valor estético y tecnología.

El reporte “Nuestro futuro común” (Informe Brundtland), elaborado en 1987 por la Comisión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo, se plantea: “El móvil principal del crecimiento económico es la nueva tecnología, y si bien esta ofrece la posibilidad de retardar el consumo peligrosamente rápido de recursos finitos, entraña también grandes riesgos (efecto colaterales), entre ellos nuevas formas de contaminación y la introducción en el planeta de nuevas variedades de vida que podrían cambiar el curso de la evolución. Entre tanto, las industrias que más dependen de los recursos del medio ambiente y son las causas principales de contaminación están creciendo muy rápidamente en los países en desarrollo, donde es más urgente el crecimiento y menor la capacidad de reducir al mínimo los efectos secundarios perjudiciales (efectos colaterales”.

Y agrega: “El empobrecimiento de la base de recursos locales puede empobrecer vastas regiones: la deforestación causada por los agricultores de las tierras altas provoca inundaciones en las granjas de las tierras bajas; la contaminación de la fábrica priva a los pescadores de realizar su labor. Estos sombríos ciclos locales se manifiestan regional y nacionalmente. El deterioro de las tierras obliga a millones de personas a cruzar las fronteras nacionales. La deforestación de América Latina y en Asia aumenta el número de inundaciones destructoras en los países que se hallan corriente abajo. Las precipitaciones acida y nuclear han ignorados las fronteras europeas. Fenómenos similares se están manifestando a escala mundial: desaparición de especies, recalentamiento del planeta, pérdida de ozono, productos químicos peligrosos del comercio internacional que se introducen en los alimentos, que a su vez son objeto del mismo comercio internacional”. ¿Acaso pueden aparecer otros efectos colaterales tan complejos y profundos como los que se han descrito?

Sin duda, los avances tecnológicos han aportado enormes beneficios a casi toda la humanidad. Sin embargo, toda tecnología tiene siempre efectos colaterales. Además de los beneficios esperados, es probable que la producción y aplicación de todo diseño tengan efectos secundarios no intencionales. Por ejemplo, las condiciones de trabajo pueden resultar más seguras cuando los materiales se moldean que cuando se estampan, y los materiales diseñados para satélites espaciales pueden resultar útiles en productos de consumo. Por otro lado, las sustancias o procesos que intervienen en la producción pueden dañar a los trabajadores, a grupos sociales específicos, así como a la sociedad en general. También, operar una computadora puede afectar los ojos del usuario y aislarlo de sus compañeros. De la misma forma, el trabajo puede verse afectado al aumentar el empleo de personas que intervienen en la nueva tecnología, al disminuir el empleo para aquellos que se desarrollan en el marco de la tecnología antigua y cambiando la naturaleza del trabajo que los individuos deben desempeñar en sus centros laborales.

No solo las grandes tecnologías, como los reactores nucleares o las de la agricultura, muestran proclividad a los efectos colaterales, sino también las pequeñas y cotidianas. Los efectos de las tecnologías comunes pueden ser pequeños individualmente, pero significativos en conjunto. Los refrigeradores, por ejemplo, han tenido una repercusión favorable predecible en la dieta y en los sistemas de distribución de alimentos. Sin embargo, debido a que hay muchos de estos aparatos, la discreta fuga del gas que se utiliza en sus sistemas de enfriamiento puede tener consecuencias adversas sustanciales en la atmósfera de la Tierra. En este mismo marco se hallan los aires acondicionados industriales, domésticos y de automóviles, etc.

Algunos efectos colaterales son inesperados debido a la falta de interés o recursos para preverlos; pero muchos no son predecibles, incluso en principio, debido a la complejidad de los sistemas tecnológicos y a la inventiva humana para encontrar nuevas aplicaciones. Algunos efectos secundarios inesperados pueden ser inaceptables desde los puntos de vista ético, estético o económico para una gran parte de la población, dando como resultado un conflicto entre grupos de la comunidad. Para minimizar dichas consecuencias, los planificadores están volviendo al análisis sistemático de riesgos; sin embargo, este puede ser complicado.

El riesgo, asociado con un curso de acción particular, nunca puede reducirse a cero. Las reacciones psicológicas de las personas ante las contingencias no necesariamente encajan de manera estricta en un modelo matemático de costo y beneficio. La gente tiende a percibir un riesgo más elevado si no tiene ningún control sobre el (humo contra fumar) o si los acontecimientos malos tienden a presentarse en números catastróficos (muchas muertes al mismo tiempo en un accidente aéreo contra unas cuantas en un choque automovilístico). La interpretación personal de los riesgos puede estar influida, en gran parte, por la forma en que se establecen las comparaciones de la probabilidad de muerte contra la probabilidad de sobrevivencia, los riesgos extremos contra los riesgos aceptables, los costos totales contra los costos diarios por persona o el número real de personas afectadas contra la proporción de individuos afectados.

Estas implicaciones muestran que el ejercicio de la ingeniería, con el de alguna otra profesión, afecta al sistema social y a la cultura de manera más directa que la investigación científica, con implicaciones inmediatas para el éxito o fracaso de las empresas humanas y para el beneficio o daño personal. Las decisiones en el área de ingeniería, ya sea para diseñar el cerrojo de un aeroplano o un sistema de irrigación, entrañan de manera inevitable valores sociales y personales (valor estético), así como juicios científicos. Esto significa que, en el arte de pensar, los científicos no pueden ofrecer respuestas a todas las preguntas; los matemáticos son incapaces de probar todas las conexiones posibles; en tanto que los ingenieros no pueden plantear soluciones a todos los problemas.

Unidad 2. 1. Antecedentes normativos en suelos

  Es importante conocer los sistemas normativos con respecto a la contaminación del suelo, dado que son estos los que regulan los límit...