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domingo, 15 de diciembre de 2019

Desarrollo sustentable. Definiciones, principios, políticas.


Un poco de luz en la economía: el desarrollo sustentable según Herman E. Daly

La economía es una ciencia que tiene que ver con gran parte de las actividades que realizamos, tanto en comunidad como incluso en forma aislada. Por tal razón, además de los economistas profesionales, casi cualquier ciudadano se anima a – o debe – formular afirmaciones son reflexiones de carácter económico. La prudencia más elemental, sin embargo, obliga a tomar permanentemente en cuenta la opinión de quienes se han formado de forma sistemática en esta disciplina.

Hay un problema serio para que admitamos que un economista nos guíe por la vida. Los intereses en juego son fuertes y se corre el riesgo que un economista devenga gurú con demasiada facilidad, lo cual quiere decir que pontifique sobre los temas sin sentirse obligado a demostrar racionalmente sus puntos de vista. El gurú moderno, no obstante, se equivoca más de lo que acierta y con sus errores arrastra la credibilidad de una profesión entera. Finalmente, abre la puerta para que todos opinemos sobre todo y e n lugar de construir consensos, diseñemos espacios donde nos bloqueamos mutuamente y aportamos a que nada cambie. Por este motivo es importante identificar economistas en quien confiar.

¿Qué criterio aplicar?

En algún momento el economista expondrá algunos juicios de valor que le ayudan a definir su marco conceptual. Por supuesto, uno buscara que esos juicios coincidan de la mejor manera con los propios. Pero luego, expondrá sus argumentos. Y allí deberá estar nuestra mirada atenta para advertir el esfuerzo que el interlocutor haga para evitar imponernos definiciones o axiomas que nos alejen de la posibilidad de seguir razonamientos lógicos que nos lleven a escenarios que no son más que autos de fe.

Herman Daly es un economista que cumple con estas características. Hace más de 30 años que cuestiona la economía neoclásica desde los valores y mucho más, desde las herramientas analíticas que utiliza.

Introducción.

Comienzo considerando dos definiciones alternativas de sustentabilidad (la basada en la utilidad contra la basada en el flujo total) y ofrezco razones para desechar la primera y aceptar la última. A continuación, conceder el concepto de desarrollo como se lo acepta normalmente (crecimiento del Producto Interno Bruto pautado por la integración económica global) y explicó un porque él mismo se entera en conflicto con la sustentabilidad, así como con las premisas de la ventaja comparativa. Después me dirijo a la necesidad más General de introducir el concepto de flujo total de la teoría económica, haciendo notar a las consecuencias negativas, tanto para la micro como para la macroeconomía, de haber ignorado el concepto. Finalmente, considero alguna implicancia de política para el desarrollo sustentable que surgen de una teoría económica más adecuada. Estas políticas (reforma del impuesto ecológico y/o límites de contaminación y comercio del derecho a emisiones no realizadas) están basadas ante todo en el principio de la frugalidad, antes que en la eficiencia.

Definiciones.

Exactamente, ¿qué se supone que se sostiene en el desarrollo “sustentable”? Se han dado dos grandes respuestas: Primero, la utilidad debe ser la sostenida. Esto es: la utilidad de las futuras generaciones no debe ser declinante- El futuro debería ser al menos tan bueno como el presente, en términos de su utilidad o de la felicidad que se experimente. La utilidad aquí se refiere a la utilidad per cápita de los miembros de una generación.

Segundo, el flujo total debe ser sostenido. Esto es: El flujo físico desde las fuentes naturales, a través de la economía y de vuelta a los sumideros naturales, no debe ser declinante. Más exactamente, la capacidad del ecosistema de sustentar esos flujos no debe disminuir. El capital natural[1] debe mantenerse intacto. El futuro será al menos tan bueno como el presente, en términos de su acceso a los recursos biofísicos y a los servicios provistos por el ecosistema. El flujo total aquí se refiere a lo sucedido a toda la comunidad a lo largo de un cierto período de tiempo (o sea: el resultado de multiplicar el flujo total per cápita por la población).

Estos son dos conceptos totalmente diferentes de sustentabilidad. La utilidad es un concepto básico en la economía estándar. El flujo total no lo es, a pesar de los esfuerzos de Kenneth Boulding y de Nicholas Georgescu-Roegen para incorporarlo. Por tal motivo, no es sorprendente que la aplicación de la utilidad ha sido la dominante.

Sin embargo, adopto la definición del flujo total y descarto la definición de utilidad, por dos razones. Primero la utilidad no es mensurable. Segundo, de manera más importante, aún si la utilidad fuera mensurable, no es algo que podamos legar al futuro. La utilidad es una experiencia, no una cosa. No podemos legar la utilidad o la felicidad a las generaciones futuras. Les podemos dejar cosas, y en menor medida conocimiento[2]. Si las futuras generaciones son felices o miserables con estos obsequios, simplemente no está bajo nuestro control. Definir la sustentabilidad como un legado intergeneracional no declinante de algo que no puede ser ni medido ni donado expresamente me golpea como algo no operativo[3]. Me apresuro a aclarar que no es que crea que la teoría económica se las pueda arreglar sin el concepto de utilidad. Simplemente pienso que el flujo total es un concepto mejor a partir del cual definir la sustentabilidad.

Esta aproximación define en términos de algo mucho más mensurable y transferible entre generaciones: la capacidad de generar una transferencia desde y hacia la naturaleza.[4] Además, este concepto describe el flujo metabólico por el cual vivimos y producimos. La economía en su dimensión física se compone de cosas: población de seres humanos, ganado, máquinas, construcciones y artefactos. Todas estas cosas son lo que los físicos llaman “estructuras disipativas” que se mantienen contra las fuerzas de la entropía[5] mediante un flujo desde el entorno. Un animal solo puede mantener su vida y su estructura organizativa por medio de un flujo metabólico a través de un tracto digestivo que lo conecta con el ambiente en ambos extremos. Lo mismo sucede con todas las estructuras disipativas y su concepto agregado: la economía humana.

Los economistas son muy afectos a una visión de flujo circular de la economía, inspirada en la circulación de la sangre descubierta por William Harvey en 1628, enfatizada por los fisiócratas y reproducida en el primer capítulo de cualquier texto de aprendizaje de economía. De algún modo el tracto digestivo ha inspirado menos a los economistas que el sistema circulatorio. Si pudiera existir un animal con sistema circulatorio y sin tracto digestivo, sería una máquina de movimiento perpetuo. Los biólogos no creen en el movimiento perpetuo. Los economistas parecen haberse dedicado a mantener la mente abierta al respecto.

Llevar el concepto de flujo total a los fundamentos de la teoría económica no transforma la economía en física, pero fuerza el reconocimiento de las restricciones que las leyes físicas imponen a la economía. Entre otras cosas, fuerza el reconocimiento que “sustentable” no puede significar “para siempre”.[6] La sustentabilidad es una manera de sostener el valor de la longevidad y de la justicia entre generaciones, a la vez que se reconoce la mortalidad y los límites de toda cosa. El desarrollo sustentable no es una religión, aunque algunos parecen tratarla de esa manera. Ya que gran parte de los flujos intercambiados son recursos no renovables; la vida esperada de nuestra economía es mucho más corta que la del universo. La sustentabilidad en el sentido de la longevidad requiere basarse de manera creciente en la parte renovable del flujo total y una voluntad para compartir la parte no renovable entre muchas generaciones[7]. Por supuesto, la longevidad no es buena a menos que la vida pueda ser disfrutada, de modo que tenemos que dar a la definición de utilidad su lugar debido para proveer una necesaria línea de base. Dicho esto, en lo que sigue adopto la definición de sustentabilidad a través del flujo total y no tendré nada más que decir acerca de la definición de utilidad. Habiendo definido “sustentable” encaremos ahora “desarrollo”. El desarrollo podría ser definido provechosamente como más utilidad por unidad de flujo total y el crecimiento como más flujo. Pero ya que la teoría económica vigente no tiene incorporado el concepto de flujo total, tendemos a definir el desarrollo simplemente como crecimiento del PBI, un índice de valor que superpone los efectos de cambios en el flujo y en la utilidad[8]. La esperanza que el incremento vaya principalmente a los pobres o al menos derrame, se expresa frecuentemente como una condición adicional del desarrollo. Sin embargo, cualquier política sería de redistribución del PBI desde los ricos hacia los pobres es rechazada como “guerra de clases”, que es probable que disminuya el crecimiento del PBI. Además, cualquier recomposición del PBI, que vaya de los bienes privados hacia los bienes públicos (disponibles para todos, incluyendo los pobres) es habitualmente rechazada como una interferencia del gobierno en el mercado libre, aun cuando es bien conocido que el mercado libre no ha de producir bienes públicos. Se nos asegura que una marea que sube eleva todos los botes, que los beneficios del crecimiento derramarán hacia los pobres. Se sostiene aún que la llave del desarrollo es el crecimiento agregado y la llave del crecimiento agregado se piensa normalmente que es la integración económica global; el libre comercio y la libre movilidad del capital. El desarrollo orientado a la exportación es considerado la única opción. La sustitución de importaciones no es ya mencionada, excepto para ser desacreditada de manera inmediata.

Esta teoría o ideología del “desarrollo como crecimiento global”, ¿será exitosa? Lo dudo, por dos razones, una vinculada con la sustentabilidad ambiental y la otra con la equidad social.

Los límites ecológicos están convirtiendo rápidamente el “crecimiento económico” en crecimiento “antieconómico”; esto es: crecimiento del flujo total que aumenta los costos más que lo que aumenta los beneficios, haciéndonos más pobres y no más ricos. La macroeconomía no es el Todo. Es Parte de un Todo más grande, concretamente el ecosistema. A medida que la macroeconomía crece en sus dimensiones físicas (el flujo total), no lo hace en el Vacío infinito. Crece y se establece sobre un ecosistema finito, incurriendo por lo tanto en costos de oportunidad del capital natural disponible y de sus servicios. Estos costos de oportunidad (agotamiento, polución, eliminación de servicios brindados de ecosistemas) pueden ser, y a menudo son, mayores que los beneficios productivos adicionales fruto del crecimiento del flujo total que los originó. No podemos estar absolutamente seguros porque medimos solo los beneficios, no los costos[9]. Medimos sí los lamentables gastos defensivos que se hacen necesarios por los costos en que se incurre, pero hasta estos son adicionados al PBI, más que restados.

Aún si el crecimiento no acarreara costos ambientales, parte de lo que llamamos pobreza y bienestar es función de un ingreso relativo más que absoluto, o sea, de las condiciones sociales de la desigualdad distributiva. El crecimiento no puede mejorar el ingreso relativo de todos. En la medida que la pobreza y el bienestar son una función del ingreso relativo, el crecimiento resulta incapaz de afectarlas[10]. Esta consideración es más relevante cuando el margen de crecimiento se destina más a necesidades relativas (como en los países ricos) que cuando se destina a necesidades absolutas (como en los países pobres). Pero si la política para combatir la pobreza es considerada el crecimiento global, la banalidad y el derroche del crecimiento destinado a satisfacer las necesidades relativas de los ricos no puede ser ignorado. ¿Estoy diciendo que la riqueza no tiene nada que ver con el bienestar, y que deberíamos dedicarnos a ser pobres? ¡De ninguna manera! Más riqueza es seguramente mejor que menos, hasta un punto. El punto es: ¿el crecimiento aumenta la riqueza neta? ¿Cómo sabemos que el crecimiento de los flujos totales, o aún el crecimiento del PBI, no está, en el margen, aumentando los males[11] más rápido que la riqueza, haciéndonos más pobres y no más ricos? Lo malo se acumula como polución en el extremo de salida del flujo y como agotamiento del recurso en el extremo de entrada. Al ignorar los flujos la teoría económica termina tratando al agotamiento del recurso y a la polución como costos externos “sorpresa”, si es que siquiera se los admite. Incorporar el flujo total en la teoría económica como un concepto básico nos permite ver que los problemas del tipo descrito son necesariamente generados en paralelo con la riqueza. Cuando un flujo creciente genera males a mayor velocidad que la riqueza, su crecimiento se ha hecho antieconómico. Ya que a los macroeconomistas les falta el concepto del flujo es de esperar que el concepto de “crecimiento antieconómico” no tenga sentido para ellos.

En tanto el crecimiento en los países ricos puede ser antieconómico, el crecimiento en los países pobres, donde el Producto Interno Bruto (PIB) consiste principalmente de alimento, vestimenta y vivienda, es todavía muy probable que sea económico. La alimentación, la vestimenta y el refugio son necesidades absolutas, no necesidades relativas autodefinidas, para las que el crecimiento no asegura bienestar. Hay mucha verdad en esto, aun cuando los países pobres también son capaces de perjudicar se consumiendo el capital natural (acotando las minas, los bosques, las pesquerías y la tierra fértil) como si fuera un ingreso Hicksiano[12]. Uno podría legítimamente argumentar que se limitará el crecimiento de los países ricos (donde se está convirtiendo en antieconómico) para concentrar recursos en el crecimiento de los países pobres (donde es aún económico).

La política usual del FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio (OMC), sin embargo, decididamente no busque que los ricos disminuyen su crecimiento antieconómico para hacer lugar a que los pobres aumenten su crecimiento económico. El concepto de crecimiento o antieconómico permanece sin ser reconocido. Más bien la visión de la globalización requiere que los ricos crezcan rápidamente para suministrar mercados en los cuales los pobres puedan vender sus exportaciones. Se piensa que la única opción que tienen los pobres es exportar a los ricos, y para hacer eso tienen que aceptar inversión extranjera de las corporaciones que saben cómo producir los bienes de alta calidad que los ricos quieren. La necesidad resultante, DRE pagar los préstamos externos, refuerza la necesidad de orientar la economía hacia la exportación y exponer a los países deudores a las incertidumbres de flujos internacionales volátiles del capital, aceptación este tipo de cambio, a deudas impagables, a la vez que a los rigores de compartir con poderosas firmas de nivel mundial.

Para que está política funcione, toda la economía global debe crecer, porque a menos que los países ricos crezcan rápido, no tengan los excedentes para invertir en los países pobres, ni el ingreso extra con el cual compra las exportaciones de esos mismos países.

La incapacidad de los macroeconomistas de concebir el crecimiento antieconómico es muy extraña, teniendo en cuenta que la microeconomía se ocupa de encontrar el nivel óptimo de cada actividad individual. Un óptimo, por definición es un punto más allá del cual el crecimiento es antieconómico. La regle cardinal de la optimización microeconómica es crecer solo hasta en que los otros marginales igualan los beneficios marginales. Está ha sido llamado adecuadamente la regla de “cuando parar”, cuando parar de crecer, quiere dec9ir. La macroeconomía no tiene regla de “cuando parar”. El Producto Interno Bruto (PIB) se supone que debe crecer para siempre[13]. La razón para ello es que el crecimiento de la macroeconomía no se cree que colisione con nada y por lo tanto pueda incurrir en algún costo de oportunidad que límite el crecimiento. En contraste con eso, las partes micro de la economía crecen compitiendo con los recursos de otros componentes micro y por lo tanto incurren en costos de oportunidad. La macroeconomía, por el contrario, incurren en costos de oportunidad. La macroeconomía, por el contrario, se supone que crece en el Vacío infinito, nunca colisionando o desplazando nada de valor. El punto para enfatizar es que la macroeconomía es también una Parte de un mayor y finito Todo: concretamente el ecosistema. La escala óptima de la macroeconomía relativa al ecosistema que la contiene es el tema crítico respecto del cual la macroeconomía ha permanecido ciega. Esta ceguera respecto de los costos del crecimiento en escala se debe esencialmente a ignorar los flujos totales y ha generado el problema de la falta de sustentabilidad ecológica.

Crecimiento a través de la integración global: Ventajas comparativas y absolutas y confusiones vinculadas.

De acuerdo con la ideología vigente de crecimiento inducido por la exportación, la última cosa que los países pobres se supone que hagan es producir alguna cosa para ellos mismos. Cualquier exposición sobre sustitución de importaciones hoy es refutada mediante el desfile de la abusada y mal comprendida doctrina de las ventajas comparativas.

La lógica de la ventaja comparativa es irrefutable, en el marco de sus premisas. Desafortunadamente, una de sus premisas (como lo enfatiza el propio David Ricardo) es la inmovilidad del capital dentro de las fronteras nacionales. Cuando el capital es móvil, como en rigor lo es, entramos al mundo de las ventajas absolutas, donde, con seguridad, hay beneficios globales, que surgen de la especialización y el comercio. Sin embargo, desaparece toda garantía de que cada país se vaya necesariamente a beneficiar por el libre comercio y bajo una ventaja comparativa. Una forma de salir de esta dificultad sería restringir con fuerza la movilidad internacional del capital, haciendo así al mundo más seguro para la ventaja comparativa[14]. La otra forma de salir sería introducir una redistribución internacional de las ganancias globales resultantes del comercio y producto de las ventajas absolutas. Teóricamente las ganancias de la especialización en ventajas absolutas serían aún mayores que las originadas en las ventajas comparativas, porque habríamos eliminado una restricción para la maximización del beneficio de los capitalistas, esto es: la inmovilidad internacional del capital. Pero la ventaja absoluta tiene la desventaja política que no hay ya más ninguna garantía que el libre comercio habrá de beneficiar mutuamente a todas las naciones. ¿Qué solución sostiene el FMI: ventaja comparativa protegida por la inmovilidad del capital o ventaja absoluta con redistribución de las ganancias para compensar a los perdedores? Ninguna. Prefiere suponer que no hay contradicción y convoca tanto al libre comercio basado en las ventajas comparativas, como a la libre movilidad internacional del capital. Es como si la libre movilidad del capital fuera una extensión lógica del libre comercio basado en la ventaja comparativa, en lugar de una negación de su premisa. Esto es incoherente. En un mundo económicamente integrado, con libre comercio y libre movilidad del capital, además de migraciones crecientemente libres, o al menos no controladas, es difícil separar el crecimiento para los países pobres del crecimiento para los países ricos, ya que las fronteras nacionales han perdido sentido económico. Solo adoptando una aproximación al desarrollo con mayor base nacional podemos decir que el crecimiento debería continuar en algunos países, pero no en otros.

Pero el trío globalizador (FMI, BM y OMC) no puede decir esto. Ellos sólo pueden postular el crecimiento global continuo del PBI. El concepto de crecimiento antieconómico simplemente no encuadra en su visión del mundo. Ni tampoco su ideología cosmopolita reconoce a la nación como una unidad fundamental de la comunidad y las políticas, aunque su carta fundacional define al FMI y al BM como de una federación de naciones.

Ignorando los flujos totales en la macroeconomía: PBI y valor agregado.

Como se ha hecho notar, los flujos y la escala de la macroeconomía con relación al ecosistema no son conceptos familiares en la ciencia económica. Por eso, volvamos por un momento al territorio familiar del PBI y el valor agregado y aproximémonos al concepto de flujo por esta senda conocida. Los economistas definen el PBI como la suma del valor agregado por el trabajo y el capital en el proceso de producción[15]. Exactamente a que se está agregando valor es una pregunta a la cual se le presta poca atención. Antes de considerar esto, examinemos el valor agregado en sí mismo. El valor agregado se crea y simultáneamente se distribuye en el mismo proceso de producción. Por eso, los economistas argumentan que no hay una “torta” del PBI que se distribuya independientemente en base a principios éticos. Como lo ha señalado Kenneth Boulding, sin embargo, en lugar de una torta, hay solo un montón de pequeñas “tartas”, que consisten en el valor agregado por diferentes personas o diferentes países e incorporados automáticamente por los estadísticos a una “torta” abstracta que realmente no existe como una totalidad indivisa. Si uno quiere redistribuir esta torta imaginaria, debería apelar a la generosidad de aquellos que hornearon tartas más grandes, para que las compartan con aquellos que hornearon tartas más pequeñas, en lugar de referirse a alguna noción individual de participación igualitaria en una herencia común ficticia.

Tengo mucha afinidad con esta mirada, hasta aquí. Pero deja fuera algo muy importante. En nuestro foco parcial sobre el valor agregado los economistas hemos despreciado la categoría correlativa; “aquello a lo que se agrega valor”, en concreto los flujos. “El valor agregado” por el trabajo y el capital tiene que ser agregado a algo y la calidad y cantidad de ese algo es importante. Hay una interpretación real e importante, en la cual la contribución original de la naturaleza es efectivamente una “torta”, una totalidad sistémica, preexistente, que todos compartimos como una herencia. No es un agregado de pequeñas tartas que cada uno de nosotros horneó. En lugar de eso es la semilla, el suelo, la luz del sol y la lluvia, con las cuales crecieron el trigo y las manzanas, que luego hemos convertido en tartas con nuestro trabajo y capital. El reclamo para un acceso igualitario al legado de la naturaleza no es la codicia individual de lo que nuestro vecino produjo con su propio trabajo y abstinencia. El foco de nuestras demandas por contar con ingreso para redistribuir a los pobres, por lo tanto, debe ser sobre el valor de la contribución de la naturaleza, el valor original del flujo al cual se agregó posteriormente valor por medio de trabajo y capital. O, si se quiere, el valor de la baja entropía agregada por los procesos naturales a la materia neutra, elemental, al azar.

Ignorando el flujo en microeconomía: La función de producción.

Hay también una falacia en nuestra comprensión primaria de la producción como un proceso físico. Las funciones de producción neoclásicas son al menos consistentes con la definición de las cuentas nacionales del PBI, como la suma del valor agregado por el trabajo y el capital, porque normalmente establecen el producto como función de solo dos insumos: trabajo y capital. En otras palabras: el valor agregado por el trabajo y el capital en la producción es agregado a nada, ni siquiera a un material neutro sin valor. Pero no se puede agregar valor a nada. Tampoco puede ser agregado a cenizas, polvo, herrumbre o la energía del calor disipado en los océanos y en la atmósfera. Cuanto más baja es la entropía de la entrada, más es capaz de recibir el aporte de valor agregado por el trabajo y el capital. La alta entropía resiste el agregado de valor. Ya que la acción humana no puede producir baja entropía en términos netos, somos enteramente dependientes de la naturaleza para este recurso final, por el cual vivimos y producimos[16].

Problemas opuestos: No cercamos lo escaso y cercamos lo no escaso

Los economistas han considerado tradicionalmente a la naturaleza como de dimensión infinita en relación con la economía, por lo tanto, no escasa, y por tal razón se le ha asignado costo cero. Pero la naturaleza es escasa y esto se profundiza más cada día como resultado del crecimiento de los flujos.

Un concepto de eficiencia necesita que los servicios de la naturaleza sean costeados, como hasta los planificadores soviéticos tuvieron que descubrir. ¿A quién debería pagarse este costo- precio? Desde el punto de vista de la eficiencia no importa quien recibe el precio, en la medida que sea cargado a los usuarios. Pero desde el punto de vista de la equidad importa mucho definir quien recibe el precio pagado por los servicios cada vez más escasos de la naturaleza. Tal pago es la fuente ideal de fondos con los cuales combatir la pobreza y financiar los bienes públicos.

El valor agregado pertenece a quien sea que lo haya agregado. Pero el valor original de aquello a lo cual el trabajo y el capital le agregaron valor debería pertenecer a todos y cada uno. La renta por la escasez de los servicios de la naturaleza, el valor agregado por la naturaleza, debería ser el foco de los esfuerzos redistributivos. La renta es por definición un pago por sobre el precio del suministro necesario y desde el punto de vista de la eficiencia de mercado, es la fuente menos distorsiva del ingreso público.

Los razonamientos que anteceden reflejan la reflexión básica de Henry George, extrapolándola de la tierra a los recursos naturales en general. Los economistas neoclásicos han oscurecido enormemente esta simple reflexión por su negativa a reconocer la contribución productiva de la naturaleza al suministrar “aquello a lo cual se agrega valor”. En su defensa se podría argumentar que esto fue así porque en el pasado los economistas consideraron a la naturaleza como de provisión infinita (no escasa), pero ahora están comenzando a reconocer el carácter finito de la naturaleza y encuadrarla en el mercado. Nos alegramos por esto y deseamos que siga.

Aunque el principal problema que estoy discutiendo es la falta de limitación o cota para el uso de lo escaso, un problema opuesto (los límites para lo no escaso) debería ser también tenido en cuenta. Hay algunos bienes que por naturaleza son no escasos y que no compiten, por lo que deberían ser liberados del corsé ilegítimo del sistema de precios. Me refiero especialmente al conocimiento. El conocimiento, al contrario que una producción de bienes, no se divide al compartirlo, sino que se multiplica. No hay costo de oportunidad para mí al compartir conocimiento con usted. Si, perdiese el monopolio sobre mi conocimiento al compartirlo, pero los economistas hemos argumentado mucho tiempo que el monopolio es algo malo, porque crea una escasez artificial que es tanto ineficiente como injusta. Una vez que el conocimiento existe, el costo de oportunidad de compartirlo es cero y el precio por asignarlo debería ser cero. Por consiguiente, exhortaría a que la ayuda para el desarrollo internacional cada vez más tomara la forma de conocimiento libre y activamente compartido y cada vez menos la forma de préstamos a interés. Compartir el conocimiento cuesta poco, no crea deudas impagables y aumenta la productividad de los factores de producción realmente escasos.

Aunque el costo concreto de asignación del conocimiento existente es cero, el costo de producción del nuevo conocimiento es comúnmente mayor que cero, algunas veces mucho mayor. Esto, por supuesto, es la justificación corriente para los derechos de propiedad intelectual bajo la forma de monopolios de patente. Sin embargo, el insumo principal para la producción de nuevo conocimiento es el conocimiento existente y mantener a este último artificialmente caro seguramente disminuirá el ritmo de producción del primero. Esta es un área que necesita mucha revisión. Solo menciono esto aquí, y señalo mi escepticismo respecto de los argumentos habituales que defienden los monopolios de patente, muy enfatizados últimamente por los globalizadores que impulsan el libre comercio bajo la consigna de “derechos de propiedad intelectual vinculados al comercio”.

Hasta donde yo sé, James Watson y Francis Crack, no reciben regalías de patentes por haber desentrañado la estructura del ADN, probablemente el descubrimiento de la ciencia básica más importante del siglo veinte. Sin embargo, gente que está utilizando aquel monumental descubrimiento se está haciendo rica a través de monopolizar sus contribuciones relativamente triviales, que no se hubieran podido concretar nunca sin el conocimiento de libre disponibilidad provisto por Watson y Crack.

Aunque el principal objetivo de mis comentarios es colocar el concepto de escasez y de usos alternativos del capital y servicios de la naturaleza dentro de los límites del mercado, no deberíamos subestimar el problema opuesto, o sea: liberar a los bienes realmente no sujetos a competencia de su inclusión artificial en el mercado.

Principios y políticas para el desarrollo sustentable.

No estoy postulando la expropiación revolucionaria de la propiedad privada de la tierra y los recursos naturales. Si pudiéramos empezar de nuevo, estaría tentado a conservar la tierra y los minerales como propiedad pública. Pero para muchos bienes ambientales, que han sido libres y hoy son crecientemente escasos, aún tenemos una pizarra en blanco en cuanto concierne a la propiedad. Debemos llevar los servicios ambientales que no tienen dueño, y se convierten progresivamente en escasos, hacia la disciplina del sistema de precios, porque son bienes realmente de usos alternativos, en la medida que una persona impone costos de oportunidad a otras[17]. Para la mirada de la eficiencia, importa solo que se cargue un precio al recurso, no quien recibe ese precio. El precio necesario o renta de escasez que recaudemos a partir de los bienes públicos ambientales que se convierten en escasos (p. ej.: capacidad de absorción de la atmósfera, el espectro electromagnético) deberían ser usados para aliviar la pobreza y financiar la provisión de otros bienes públicos.

La forma moderna de la reflexión Georgista es aplicar un impuesto a los recursos y servicios de la naturaleza (los bienes escasos que quedan fuera tanto de la función de producción como del cálculo del PBI) y usar esos fondos para luchar contra la pobreza y para financiar bienes públicos. O simplemente podríamos entregar a los ciudadanos en general las ganancias de un fondo especial creado por estas rentas, como en el Fondo Permanente de Alaska, que tal vez sea la mejor variante institucional existente del principio Georgista. Aplicar impuestos al valor agregado por los individuos al usar su propio trabajo y capital, crea resentimientos.

Aplicar un impuesto a un valor que nadie creó – la renta de escasez de la contribución de la naturaleza – no debería crear resentimientos. En rigor, la incapacidad de aplicar impuestos a la renta de escasez de la naturaleza y la posibilidad de apropiación de ella como ingreso adicional por parte de individuos privilegiados, ha sido desde hace mucho una causa primaria de resentimiento y de conflicto social. Cargar rentas de escasez sobre el flujo de recursos naturales y redistribuir estas rentas para usos públicos, es algo que puede ser concretado por una reforma a los impuestos ecológicos (trasladando la base imponible del valor agregado al flujo total) o por sistemas cuantitativos de techos admisibles y comercio de excedentes (cap and trade) definidos a partir de un remate gubernamental de cuotas de polución o de agotamiento de un recurso no renovable. De formas diversas cada uno de los caminos limitaría el flujo total y la expansión de la escala de la economía en relación con el ecosistema, a la vez que proveería ingresos públicos. No quiero discutir los méritos relativos de un sistema u otro, que tienen que ver con intervenciones en el precio o en la cantidad en el mercado, sino más bien enfatizar que ambos tendrían ventaja sobre la estrategia que hoy se favorece.

La estrategia actual podría ser llamada “primero eficiencia” a diferencia del principio de “primero austeridad” que está comprendido en los dos sistemas de limitación del flujo que se mencionan más arriba[18].

“Primero la eficiencia” suena bien, especialmente cuando se hace referencia a ello como una estrategia ganar-ganar o más pintorescamente como “cosechar la fruta que está más cerca del piso”. Pero el problema de “primero eficiencia” es con lo que viene después. Una mejora en la eficiencia por sí misma es equivalente a tener una oferta mayor del factor cuya eficiencia aumenta. El precio del factor ha de disminuir. Se encontrará más usos para el factor barato. Terminaremos así consumiendo más del recurso que antes, aunque sea de manera más eficiente. La escala seguirá creciendo. Esto a veces es llamado “efecto Jevons”. Una política de “primero austeridad”, en cambio, induce la eficiencia como una consecuencia secundaria. “Primero la eficiencia” no induce la austeridad. Hace la austeridad menos necesaria. Tampoco da lugar a una renta de escasez que pueda ser capturada y redistribuida.

Conclusiones.

Reducir la pobreza es el objetivo básico del desarrollo, como el Banco Mundial proclama correctamente. Pero no puede alcanzarse ese objetivo a través del crecimiento, por dos razones. Primero, porque el crecimiento del PBI ha comenzado a incrementar los costos sociales y ambientales más rápidamente que lo que aumenta los beneficios de la producción.

Tal antieconómico crecimiento nos hace más pobres, no más ricos. Segundo, porque ni siquiera un verdadero crecimiento económico puede aumentar el bienestar una vez que estamos, en el margen, produciendo bienes y servicios que satisfacen sobre todo necesidades relativas más que necesidades absolutas. Si el bienestar es esencialmente una función del ingreso relativo, entonces el crecimiento agregado se auto cancela en su efecto sobre el bienestar. La solución obvia, que es restringir el crecimiento antieconómico en los países ricos, para dar oportunidad a un mayor crecimiento económico, al menos temporario, en los países pobres, queda fuera de la norma, por la ideología de la globalización, que solo puede postular el crecimiento global. Necesitamos promover políticas nacionales e internacionales que graven adecuadamente las rentas de los recursos naturales, para limitar la escala de la macroeconomía relativa al ecosistema y para proveer un ingreso para fines públicos. Estas políticas deben estar fundadas en una teoría económica que incluya el flujo total entre sus conceptos más fundamentales. Estas eficientes políticas nacionales necesitan protección de la competencia que reduce los estándares de calidad y que externaliza costos, aquella que hoy es el motor de la globalización.

Proteger políticas nacionales eficientes no es lo mismo que proteger industrias nacionales ineficientes.

Bibliografía

Daly, H. E. (Febrero de 2008). Desarrollo Sustentable: Principios, definiciones y políticas. Aportes(7), 28. Recuperado el 14 de diciembre de 2019


[1] El capital natural es la capacidad del ecosistema para suministrar tanto un flujo de recursos naturales como de servicios naturales. El mantenimiento constante del capital natural a menudo es conocido como “sustentabilidad dura” para diferenciarla de la “sustentabilidad débil”, en que se busca mantener constante la suma del capital natural y de aquel construido por el hombre.

[2] Se dice que el conocimiento en menor grado, porque éste debe ser activamente aprendido a nuevo en cada generación. No puede ser heredado pasivamente.

[3] También coloca al futuro en desventaja. El presente podría legar un flujo total cada vez más pequeño y sostener que esto es suficiente para que no se reduzca la utilidad, si el futuro aprovecha las posibilidades que se avizoren de sustitución, tanto en las funciones de producción como de utilidad. Pero si estas posibilidades de sustitución son tan fáciles de prever, entonces hagamos que el presente las aproveche ahora, y de tal modo reduzca el costo de su utilidad para un determinado legado de flujo.

[4] El flujo total no solo es mensurable como principio, sino que ha sido medido para varios países industriales en los pioneros estudios de contabilidad física publicados por el World Research Institute, en colaboración con institutos de investigación de Holanda, Alemania, Japón y Austria. Ver Resource Flows (1997) y The Weight of Nations (2000).

[5] El concepto de entropía fue definido para la física y se refiere a la capacidad de transformar energía en trabajo. Es utilizado en otros ámbitos (economía, sociología) como sinónimo de desorden. Baja entropía significa, así, bajo desorden de los recursos (el mineral en la mina; el agua y la tierra fértil, cada uno en su lugar). A medida que se utiliza el recurso, aumenta la entropía (el desorden) y se agota la disponibilidad de su uso.

[6] La ciencia nos dice que el mundo físico terminará sea en un gran enfriamiento o en un gran desastre. “Para siempre” necesita una “nueva creación”, la muerte y el renacimiento, no la prolongación perpetua. La economía no es escatología.

[7] Invertir la renta de recursos no renovables en sustitutos renovables es una buena política, con raíces neoclásicas impecables, para hacer sustentable el flujo total en el largo plazo.

[8] Los precios usados para calcular este índice de valor se ven afectados, por supuesto, por la distribución de la riqueza y del ingreso, así como por la exclusión de las futuras generaciones y de las especies no humanas, respecto de la demanda, y por la omisión de haber incluido en los precios otros costos externos y beneficios. Es difícil poder darle un sentido normativo a un índice construido con precios relativos tan distorsionados.

[9] Si el bienestar es una función del ingreso relativo y el crecimiento aumenta el ingreso de cada uno de manera proporcional, entonces nadie está mejor. Si el crecimiento aumenta solo algunos ingresos, el bienestar ganado por los que están relativamente mejor se anula con las pérdidas de los que están relativamente peor.

[10] Los males (illth) es un útil término creado por John Ruskin como lo opuesto a la riqueza; o sea: un stock acumulado de males, como opuesto a un stock de buenas.

[11] En lugar de “perjudicarse a sí mismos” tal vez debería decir “siendo perjudicados” por los economistas del FMI y del BM que les requieren este equívoco sistema de cuentas nacionales.

[12] La macroeconomía sostiene que la economía puede crecer demasiado rápido cuando hay inflación, aun cuando usted en su punto de vista la economía nunca puede ser demasiado grande.

[13] En lugar de “perjudicarse a sí mismos” tal vez debería decir “siendo perjudicados” por los economistas del FMI y del Banco Mundial que les requieren este equivoco sistema de cuentas nacionales.

[14] ¿Cómo podría restringirse los flujos de capital? Un impuesto Tobin; un tiempo de residencia mínimo antes que las inversiones externas puedan ser repatriadas; y por sobre todo algo como la Unión Internacional de Compensación propuesta por Keynes, en que se estimula un balance multilateral de la cuenta de comercio, cargando intereses tanto sobre los excedentes como sobre los déficits de la cuenta corriente. En la medida que las cuentas corrientes se balanceen, se restringe la movilidad de capital.

[15] Se debe notar que el PBI no valoriza los recursos naturales (aquello a lo que se agrega valor). Sin embargo, todos pagamos un precio de mercado por la gasolina. El precio de la gasolina refleja el trabajo y el capital utilizados para perforar, bombear y refinar el petróleo, no el valor del petróleo in situ, que es tomado como cero.

[16] Nicholas Georgescu-Roegen, The entropy Law and Economic Process, Harvard University Press, Cambridge (1971)

[17]Por ejemplo, se puede recaudar rentas sobre: la capacidad de absorción de la atmósfera, el espectro electromagnético, las pesquerías, los bosques públicos y las tierras de pastaje, el petróleo en el mar, los derechos de paso, las órbitas, etc.

[18] Por “frugalidad” quiero decir “saciedad no dispendiosa”, más que “pobre escasez”.

Unidad 2. 1. Antecedentes normativos en suelos

  Es importante conocer los sistemas normativos con respecto a la contaminación del suelo, dado que son estos los que regulan los límit...