Introducción.
El primer objetivo de esta investigación es reconstruir
el cambio intelectual y político recorrido hasta la propuesta de desarrollo
sustentable. Nos motiva la percepción de que muchas presentaciones de estos
antecedentes suelen simplificarlo como una evolución más o menos lineal, que no
explica cómo es que, partiendo de posiciones muy diferentes sobre la cuestión
ambiental a principios de los setenta, todos confluyen, años después, en la
idea de desarrollo sustentable. Buscamos este proceso a partir de identificar
el escenario inicial de la discusión ambiental, y como se conforman en las
formas de interpretación diferentes que constituyen de ahí en adelante, las
principales corrientes de pensamiento del ambientalismo contemporáneo[1].
Luego, le damos seguimiento a la discusión, contextualizada en la situación
socioambiental mundial, y vamos viendo cómo evolucionan las posiciones en el
proceso político que las enfrenta, intentando captar la dinámica, o cambia el
énfasis de sus argumentos. Es explicada la confluencia en la propuesta de
desarrollo sustentable no como una disolución de las diferencias sino como un
momento de homogeneización de una de las corrientes (la del ambientalismo
moderado) que, en el mismo momento que sus ideas resultan un acuerdo general,
da margen a la persistencia de estas. Luego, y como corolario de lo anterior,
presentamos estas deferencias, mostrando que las distintas interpretaciones
sobre el desarrollo sustentable son la forma en que aparecen esas grandes
concepciones en el debate actual.
Reconocemos tres grandes corrientes en disputa que,
independiente de sus matices y evolución, se manifiestan a lo largo del debate
ambientalista:
a) La corriente
ecologista conservacionista o sustentabilidad fuerte, que tiene raíces en el
conservacionismo naturalista del siglo XIX, y en las ideas ecocentristas de
Leopold (1949) de promover una “estética de la conversación” y una “ética de la
Tierra” o “bioética”[2].
Contemporáneamente, tiene una importante referencia filosófico-política en la
ecología profunda, cuya formulación principal la hizo Arne Naess (1973). Tomó cuerpo en la
discusión ambiental iniciada en los sesenta mediante la propuesta del
crecimiento económico y poblacional cero, siendo la justificación teórica más
clara la dada por la economía ecológica, principalmente a través de su
“fundador”, el economista norteamericano Herman Daly.
b) El ambientalismo
moderado o sustentabilidad débil que es antropocéntrico y desarrollista,
pero acepta la existencia de ciertos límites que impone la naturaleza a la
economía, lo que separa del optimismo tecnocrático cornucopiano expresa por la
economía neoclásica tradicional.[3]
Se expresa, teóricamente, en la llamada economía ambiental, que es
neoclásica, pero keynesiano y políticamente en la propuesta hegemónica del
desarrollo sustentable con crecimientos económico y márgenes de conservación,
cuyos voceros más destacados son los organismos internacionales en la
materia.
c) En tercer lugar, la
corriente humanista crítica, alternativa a las anteriores, que, con
raíces en las ideas y movimientos anarquistas y socialistas, se coloca del lado
de los países y sectores pobres y subordinados. Esta corriente se expresa en los
setenta en la propuesta tercermundista de ecodesarrollo y, más adelante,
asumiendo el objetivo del desarrollo sustentable entiende que su construcción
efectiva requiere un cambio social radical, centrado en atender las necesidad y
calidad de vida de las mayorías, con un uso responsable de los recursos
naturales. Existen dos subcorrientes importantes: la anarquista y la
marxista.
· La subcorriente
anarquista pertenece a la tradición comunitaria de esta ideología, siendo
la heredera más clara de las ideas setentistas del ecodesarrollo. Tiene por base
las elaboraciones teóricas de la llamada ecología social (Bookchin, 1992 y 1994) y, en menor medida,
la economía ecología, con la que comparte la referencia en la ecología y las
críticas a las concepciones económicas dominantes, pero no comparte la tesis de
los límites físicos absolutos, ni que la soluciones se centre en detener el
crecimiento. Su propuesta política está volcada en promover una “sociedad
ecológica” mediante la expansión de la vida de los valores comunitarios, que
achicaría gradualmente el mercado sustituyendo su lógica, así como la dominación
estatal. Se inscribe dentro de esta corriente el llamado “ecologismo de los
pobres” y la preocupación por preservar las culturas tradicionales que serían
portadores de una sabiduría ambiental pérdida. (Martínez Alier
1995).
· Por su parte, la
subcorriente marxista tiene sustentos teóricos en autores como Enzensberger (1979), O’Connor
(1991) y Foster (1994), entre otros. Entiende que el problema ambiental no está
dado por los límites físicos externos a la sociedad sino por la forma de
organización social del trabajo que determina qué recursos usar, la forma y el
ritmo del uso. El capitalismo es intrínsecamente expansionista y esto tiende a
crear los problemas de contaminación y depredación que, sin embargo, por admitir
soluciones técnicas, el sistema podría resolver sin ser cuestionado en su base.
Sin embargo, no puede resolver la desocupación, pobreza y desigualdad sin
cuestionar esa base, desde que no son solo consecuencias sino condiciones para
el propio establecimiento de las relaciones capitalistas. De ahí que la solución
no pasa por corregir, mejorar o achicar el mercado, sino por transitar hacia
otra forma de organización social del trabajo que, basada en la propiedad social
de los medios de producción naturales y artificiales, los utilice en forma
responsable para la satisfacción de las necesidades de la sociedad en su
conjunto, y no de una minoría
Nuestra presentación partirá de reconstruir como se
plantea científica y políticamente la cuestión ambiental a finales de los
sesenta y principios de los setenta. Analizamos, enseguida, las grandes formas
de interpretación que se constituyen en ese momento. Luego explicamos el
tránsito entre ese primer escenario y el Informe Brundtland (1970 a 1987) que
establece el objetivo del desarrollo sustentable recogiendo los diversos
elementos contextuales y teóricos que ofician de puente. Pasamos después a
describir y analizar la propuesta Brundtland. Y en la última parte, presentamos
las propuestas que actualmente disputan que entender por desarrollo sustentable
y como construirlo.
Antecedentes del ambientalismo contemporáneo.
El ambientalismo contemporáneo tiene raíces en
diferentes tradiciones del pensamiento surgidas en el siglo XIX. A grandes
rasgos, las raíces están en la crítica naturalista
a la destrucción a la naturaleza
por la Revolución Industrial, y en la crítica social
levantada contra los efectos sociales negativos de la industrialización y la
colonización, impregnada por la idea de la necesidad de una profunda
transformación social. Por su parte, la crítica naturalista tiene tres
componentes: el higienismo decimonónico, que reclamaba mejoras
sanitarias en las primeras ciudades industriales, frente a las deterioradas
condiciones de vida de los trabajadores y la propagación de enfermedades a las
otras clases sociales;[4]
el naturismo, que se proponía la restauración de una forma de vida
“natural” como medio de recuperar la “unidad pérdida” entre humanidad y
naturaleza por medio del cambio de conductas individuales[5];
y en tercer lugar el conservacionismo de cuño romántico, que se plasma en
las primeras asociaciones nacionales e internacionales proteccionistas de
especies animales y espacios naturales vírgenes[6]
(Riechmann y
Fernández, 1994; págs. 101-111). Por su parte la crítica social, que es
fundamental para comprender el ambientalismo actual más comprometido con la
dimensión social de la sustentabilidad y con los países y sectores pobres, es
suficientemente conocida y no se restringe al campo específico de lo ambiental.
Veamos más en detalle el conservacionismo, ya que se va a continuar hasta el
presente como una de las fuerzas centrales del
ambientalismo.
En el siglo XIX, las clases aristocráticas europeas
eran portadoras de ideas románticas, nostálgicas de la vida rural y de un
supuesto estado natural primigenio, impulsando la creación de reservas
naturales, con fines esteticistas de defensa de paisajes amenazados por la
industrialización[7].
Y la preservación de cotos de caza y espacios turísticos. No se trataba pues de
un propósito propiamente ambientalista. mientras, en Estados Unidos, a
diferencia del caso europeo, los conservacionistas estaban preocupados por la
explotación forestal excesiva, una vez que a finales de ese siglo la mayor
parte del territorio del país ya estaba apropiada de manera privada. La mayor
parte de los que se nucleaba en esta causa eran personas de clase media y
alto, miembros de grupos excursionistas, preocupados por la rápida pérdida de
terrenos públicos, y la destrucción de los bosques y otras zonas, que
amenazaban los hábitats naturales remanentes.
Inglaterra y Estados Unidos fueron pioneros en la
creación de asociaciones y leyes en defensa de la naturaleza[8],
ejemplo seguido después por Francia, Alemania y España. En Estados Unidos es
donde surge la idea de preservar grandes espacios en su estado original, como
paisajes y santuarios para la vida animal y vegetal, dejando fuera la presencia
humana. En 1864 el gobierno cede, con ese fin el valle del Yosemite y el
Mariposa Grove, en california; y en 1872 se crea el primer parque nacional del
país y del mundo, el de Yellowstone. También en Estados Unidos se fundan las
asociaciones conservacionistas, el Sierra Club[9]
(1982) y la Audubon Society (1905). En 1916, se aprueba el
National Park Service
Act, ley que regula el manejo de los recursos naturales. En los años
treinta del siglo XX surgió también allí un movimiento importante como reacción
frente a los graves procesos de erosión que la agricultura estaba incentivando
frente a los graves procesos de erosión de la agricultura estaba incentivando
el Medio Oeste, creándose en 1935, el Servicio de Conservación de
Tierras.
Ese temprano conservacionismo en Estados Unidos se
explica por la conjunción de la preocupación de las clases dominantes frente a
la depredadora conquista de las tierras vírgenes del oeste, y su tradición
ruralista. El afán preservacionista entró dentro de la construcción de la
conciencia nacional en un país sin historia y recién salido de una guerra
civil. en ese sentido, no es casual que la primera obra que plantea una
concepción global del ambiente Man
and Nature, fuera escrita por el norteamericano George Perkins Marsh,
en 1865, de gran repercusión en la época[10].
También a finales del siglo XIX surgieron las primeras
ideas de crear una coordinación internacional para la protección de la
naturaleza, destacándose la propuesta realizada en el VIII Congreso
Internacional de Zoología (Basilea, 1910). Pero esta iniciativa fue frustrada
por la Primera Guerra Mundial y es recién en 1923 que reaparece esta voluntad en
el I Congreso Internacional para la Protección de la Naturaleza, realizado en
París. En 1928 se logró un acuerdo con los países europeos para crear a partir
de 1934, la Oficina Internacional de Protección de la Naturaleza, con sede en
Bruselas. Pero nuevamente esta iniciativa se vio coartada por el advenimiento de
la Segunda Guerra. Una vez concluida, y creada la ONU en 1945, esta nombró al
biólogo británico Julian Huxley presidente de la UNESCO, y en contactos que
este tuvo con proteccionistas suizos, se retomó la idea de formar esa
asociación internacional, creando la Unión Internacional Provisional para la
Protección de la Naturaleza en 1947, la que fue formalizada definitivamente en
la reunión de la UNESCO de Fontainebleau (Paris, 1948). De esta manera, se
constituyó la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN),
que es la red más extensa de organizaciones conservacionistas del
mundo.
Entre esas corrientes antecesoras y el ambientalismo
contemporáneo median cambios económicos-sociales y ecológicos que hacen a una
situación cualitativa nueva, el capitalismo del carbón y de la máquina de vapor
tenía efectos ambientales negativos, pero de alcance local, y la población
mundial era cinco veces inferior a la actual ( en 1800 había 1,000 millones de
habitantes, frente a los 7.53 miles de millones de habitantes en el 2017), la
transformación del capitalismo que tuvo lugar en las primeras décadas del siglo
XX, con el pasaje a la producción y consumo en masa basados en el
taylorismo-fordismo, y en el uso del petróleo y la electricidad como fuentes
energéticas, supuso un cambio radical en el uso de los recursos naturales y sus
efectos. En este marco, un momento clave fue 1945 en dos sentidos: en primer
lugar, por la explosión de las primeras bombas atómicas que supusieron una
amenaza planetaria inédita generada por la propia humanidad; y en segundo lugar
fue el comienzo de un desarrollo económico también inédito, basado en la
generalización del taylorismo-fordismo, que se extendió sin problemas hasta
finales de los sesenta.
La conciencia ambientalista se va a conformar a partir
de la percepción de los efectos negativos de ese proceso y, particularmente,
como continuación natural del movimiento pacifista y antinuclear que se levantó
en los países desarrollados a instancias de la amenaza nuclear, la carrera
armamentista y las sucesivas guerras locales o regionales que enfrentaban
indirectamente a las grandes potencias mundiales de la época. Pero el
ambientalismo va más allá que el pacifismo, pues asume toda la cuestión del
manejo tecnológico y el uso económico social de la naturaleza, donde el peligro
de una catástrofe nuclear se inscribe como uno más de los peligros de
catástrofe ecológica global.
La alarma inicial sobre la crisis ambiental actual.
La introducción de la crisis ambiental en la arena
política tuvo lugar a finales de los sesenta, principios de los setenta pasados.
Fue impulsada por la producción de una serie de informes científicos, y tuvo una
instancia decisiva en la Conferencia sobre el Medio Humano, de la ONU,
realizada en Estocolmo (Suecia, 1972), en torno a la cual se plantearon
diferentes formas de entender y asumir el problema por parte de los países
desarrollados y los países en desarrollo.
Los estudios científicos más conocidos que
caracterizaron inicialmente son los que se detallan en la siguiente
tabla.
Informes científicos que presentan la alarma ambiental
inicial
|
· En 1949, Fairfield Osborn, presidente de la
Sociedad Zoológica de Nueva York, en su obra Le
planète au pillage, anunciaba la inmensidad del riesgo creado por la
misma humanidad.
· En 1962, Silent Spring, el
libro de la norteamericana Rachel Carson que denunciaba el efecto de los
agroquímicos en la extinción de las aves, sello la alianza entre el movimiento
ambiental naciente y los científicos radicales como Barry
Commoner.
· En 1966, Barry Commoner, destacado
biólogo norteamericano, activista antinuclear y uno de los artífices del
ecologismo fundamentado científicamente, lanzo la “ciencia crítica” en Science and Survival,
obra en la que llamaba la atención sobre los riesgos sobre el complejo
tecnocientífico y denunciaba lo que entendía como orientación biocida de la
civilización industrial.
· En el mismo año, el
economista Kenneth E. Boulding pública su tesis anticrecimiento en el artículo
“The economics for the
Coming Spaceship Earth”,
donde propone sustituir la economía actual de cowboy por una economía de recinto cerrado, adecuada al “Navío espacial
Tierra” que dispone de recursos limitados, y de espacios finitos para la
contaminación y el vertido de desechos.
· También en 1966, se
publicó Nous allons tuons a la
famine de Rene Dumont.
· En 1968 Paul Ehrlich
pública The population
bomb, obra fundamental para la vertiente neomalthusiana del
ambientalismo contemporáneo.
· En 1969, el informe
Resources and
Man, de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos llamaba
dramáticamente la atención sobre el agotamiento de los recursos y la explosión
demográfica.
· En 1970, Paul y Anne
Ehrlich publican Population Resources and
Environment, que insiste en plantear el crecimiento demográfico como
clave de la crisis ambiental.
· En 1971, Barry Commoner pública The
Closing Circle que plantea los efectos de la industrialización y la
tecnología en la crisis ambiental y la calidad de vida
humana.
· En el mismo año, Jean
Dorst pública
Avant que Nature
meure.
· En 1972 René
Dubos y Barbara Ward, publican Only one
Earth.
· También en ese año,
E. Goldsmith, R. Allen, M. Allaby,
J. Davoll y S. Lawrence
publican El manifiesto para la supervivencia, que recibió 37 adhesiones
de conocidos biólogos, zoólogos, bacteriólogos, geógrafos, genetistas y
economistas del Reino Unido, incluyendo dos premios Nobel. Presenta un amplio
conjunto de pruebas concatenadas sobre los graves problemas ecológicos y
concluye que el mundo no puede hacer frente al incremento continuo de la
demanda ecológica.
· En ese mismo año se
publica El Primer Informe al Club de Roma, elaborado por un equipo de
científicos del prestigio Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, Estados
Unidos) dirigido por Dennis Meadows, llamado The
limits to Growth, que sustenta la propuesta del crecimiento cero y
es considerado como el documento más influyente para establecer la alarma
ambiental contemporánea.
· En 1973, Rene Dumont publica L’utopie
ou la mort.
|
Estos informes mostraban tanto la
gravedad de ciertos problemas parciales como la situación general, a partir de
la proyección, para el futuro de la humanidad, de las tendencias mundiales
presentes. Se trató de una alarma con impronta catastrofista que plantea la
situación como extremadamente grave entendiendo que, de no tomarse medidas
drásticas de inmediato, se arribaría en algunas décadas a un colapso mundial.
El teso central fue la de los límites físicos al crecimiento, y la propuesta
central, la del crecimiento cero económico y
poblacional.
Frente a esta alarma, se desarrollaron dos respuestas
paralelas y mutuamente influenciadas: una, la expansión del movimiento
ambientalista, animado mediante la creación de ONG nacionales e
internacionales, principalmente en los países desarrollados y, en segundo
lugar, las primeras formas institucionales internacionales y nacionales de asumir el tema y trazar políticas, lo que se concretó por
un lado en la celebración de
conferencias y convenciones internacionales de la ONU y la creación de
instituciones internacionales específicas y por otro, a nivel de los países, en la
promulgación de las primeras leyes ambientales y la creación de organismos
estatales con competencias en el
tema.
El movimiento ambientalista
La expansión del movimiento ambientalista fue muy
fuerte. Los primero grupos ecologistas surgieron en Estados Unidos a finales de
los setenta. En esos años se destaca la formación de organizaciones
“contestatarias” como Friends of the Earth[11]
y Greenpeace[12]
que son hasta ahora muy activas. Es importante señalar que Friends of the Earth fue creada en
1969, a partir de la escisión de una parte del Sierra Club norteamericano en
contra de las centrales nucleares. Ese hecho fue significativo, pues de ahí en
adelante la posición respecto a las mismas fue el elemento de distinción entre
el viejo conservacionismo y el nuevo ambientalismo.
El ambientalismo se expandió, primero en los Países
Bajos y a Alemania y luego a la mayoría de los países industrializados del
centro y oeste de Europa. En la década de los setenta, surgieron organizaciones
ambientalistas también en países en desarrollo como India, Kenia y Brasil,
aunque con características diferenciadas respecto a los anteriores por ligar,
en muchos casos, las reivindicaciones ecologistas con las sociales. En los
ochenta puede decirse que surgieron en el resto del mundo inclusive en la Unión
Soviética y los países del este europeo, donde cumplieron un papel muy activo
en la crítica a los regímenes allí existentes y en el proceso de
desmoronamiento del llamado “socialismo realmente existente”. Este movimiento
social nuevo y alternativo evolución en algunos países, principalmente
europeos, hacia la formación de partidos verdes, pasando a participar en los
procesos electorales. A mediados de los ochenta estos partidos resultaron ser
la tercera fuerza política, desplazando de ese lugar a los viejos partidos
comunistas.
La respuesta de la ONU y las posiciones de los países desarrollados en torno a la Conferencia de Estocolmo (1972)
La primera conferencia de la ONU sobre problemas
ambientales se celebró en Lake Success (Nueva York), en 1949,
pero tuvo muy poca repercusión porque, por entonces la atención estaba centrada
en la reconstrucción de posguerra, el suministro de alimentos, y el inicio de la
Guerra Fría que enfrentaba los potenciales bélicos del “bloque capitalista”,
liderado por Estados Unidos y del “bloque socialista”, liderado por la Unión
Soviética. Entre 1949 y 1972, los temas ecológicos fueron trabajados por la
UNESCO[13]
que auspició un programa de estudios interdisciplinarios sobre las
consecuencias de las actividades humanas en el medio, que culminó en la
Conferencia Internacional de la Biosfera, celebrada en París, en 1968 la que
asistieron representantes de países. Fue en ese evento que se planteó la idea
de promover un encuentro mundial sobre medio ambiente (Tamames 1977:176). Para
captar el espíritu que animaba entonces a la ONU son elocuentes las palabras
que su secretario general U. Thant, dirigió en 1969 al mundo, diciendo que se
tenían “apenas diez años” para “…asociarse con objeto de detener la carrera de
armamentos, salvar el medio ambiento, poner coto a la expansión demográfica y
dar impulso necesario para el desarrollo de las zonas menos privilegiadas (Apud
Riechmann y Fernández
1994:113).
Toda la literatura reconoce la Conferencia Mundial
sobre el Medio Humano, que tuvo lugar en Estocolmo (Suecia) en junio de 1972,
con representantes de 113 países, como antes y un después en la problematización
política del tema. En primer lugar, porque lo introdujo en la arena política
internacional, pero también porque fue el primer intento de conciliar los
objetivos tradicionales del desarrollo con la protección de la naturaleza, y de
contemplar los diferentes países de la comunidad internacional. Por otra parte,
el tema se jerarquizo mediante la creación del Programa para las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), [14]
con sede en Nairobi. Se recomendó declarar al 5 de junio Día Mundial del Medio
Humano, y se hizo una condena expresa a las armas
nucleares.
La asamblea general definió que el principal propósito
de la conferencia era proveer una guía para la acción de los gobiernos
“…proteger y mejorar el medio humano y remediar y prevenir sus desigualdades,
por medio de la cooperación internacional, teniendo en cuenta la importancia
particular de permitir a los países en desarrollo evitar la ocurrencia de tales
problemas” (ONU,1971[15]
Apud Guimarães, 1999:14). Formalmente la idea inicial fue del embajador sueco
que, en 1968 logró que se incluyera en el temario de discusiones del Consejo
Económico y Social de la ONU (ECOSOC). Una vez aceptada su realización, la
primera sesión preparatoria se celebró en Nueva York entre el 10 y 20 de marzo
de 1970, la segunda en Ginebra, del 8 al 19 de febrero de 1971. En ambas, los
países menos desarrollados mostraron un aparente desinterés y/o diferentes
recelos o advertencias.
Respecto a esto último, es fundamental tener presente
que la alarma ambiental “cae” en un mundo caracterizado por fuertes
desigualdades y por interés en conflicto. Los diferentes grados de desarrollo
suponían que los problemas ambientales que preocupan estuvieran más presentes
en unos países que en otros y que en el contexto de las diferentes situaciones
económico-sociales, se les asignara diferente importancia. El énfasis de la
conferencia estaba dado por los países desarrollados y estaba puesto en los
problemas de contaminación causada por la acelerada industrialización y
urbanización, y en el agotamiento de los recursos naturales, el que adjudicaban
al crecimiento poblacional. De donde las soluciones que se postulaban eran,
además de generar y aplicar tecnologías limpias, frenar o reducir el crecimiento
poblacional y económico. Dado que en los países del Tercer Mundo se concentra la
mayor parte de la población mundial y se presentan los mayores índices de
natalidad, a la vez que sufren la falta de desarrollo económico, es totalmente
lógico que reaccionaron con recelo y hasta con abierta hostilidad a este
planteo, que venía a ejercer una presión más con finalidades que los podían
perjudicar.
Es así como, en un primer momento, los países pobres se
resisten a involucrarse en la cuestión, diciendo que los problemas ambientales
en torno a los cuales se convocaba la reunión eran de los países ricos,
derivados de sus excesos de producción y consumo, y que si allí se consideraban
problemas era porque ya se habían desarrollado y disfrutaban de buenos niveles
de vida. Entendían que el verdadero problema que había que atender de inmediato
era que dos tercios de la humanidad estaba dominada por la pobreza,
malnutrición, enfermedades y miseria, y que eso pasaba por priorizar el
desarrollo, de donde la filosofía del “no crecimiento” era absolutamente
inaceptable. Como corolario, a partir de cierto momento, pasaron reivindicar que
se reconocería que su problema “ambiental” principal era la pobreza, y quedó
claro que, de ese reconocimiento, dependía de que la reunión se realizará o el
espíritu “amigable” de la misma. Fue entonces que el delegado canadiense,
Maurice Strong, en aras de salvar la reunión, hizo un gran esfuerzo para lograr
esa ampliación del concepto de “medio humano” integrando los aspectos sociales
a los físicos tradicionales. Consiguió la formación de un grupo de 27 expertos
de diversos países que, reunidos en Founez
(suiza), del 4 al 12 de junio de 1971, elaboraron el Informe Founex, en
el que se recogieron las principales preocupaciones económico-ecológicas de los
menos desarrollados. Y en la tercera y cuarta reuniones generales preparatorias
(septiembre de 1971 y marzo de 1972, Nueva York), se aceptó que la expresión
“medio ambiente” debía incluir no solo las cuestiones estrictamente ecológicas,
sino también las sociales (Tamames, 1977: 176 -177).
Paralelamente a la conferencia oficial, tuvo lugar un
movimiento que expresa bastantes los diferentes sectores interesados en lo
ambiental. Se realizaron reuniones no oficiales, como son: la Conferencia
Mundial de la Industria Sobre el Medio Ambiente, en Gotemburgo; el Environmental Forum, convocado por
Barry Commoner, en
Estocolmo; la Conferencia de la Asociación Dai-Dong, reunida cerca de Estocolmo,
que convocó biólogos, economistas y filósofos; y el Grupo OL, reunido contra las
guerras de Vietnam, Angola y Mozambique (Tamames, 1977: 177 -178). Millares de
jóvenes lanzaron la primera consigna del ecologismo: “No tenemos más que una
sola Tierra”. Estudiantes, representantes de asociaciones naturalista y de
pueblos colonizados, científicos críticos de la ciencia tradicional, preocupados
por la destrucción de la naturaleza, pero también los propios humanos, agregaron
al eslogan oficial “Una sola Tierra”, el de “Un solo pueblo”. Es por esto por lo
que, a escala mundial la Conferencia de Estocolmo fue el primer momento de
confrontación fecunda entre esos movimientos, la conciencia ambiental en vías de
institucionalización en las estructuras estatales y los organismos
internacionales.
Las corrientes del pensamiento ambientalista presentes a inicios de los setenta.
En el escenario de inicios de los setenta, encontramos
grandes corrientes de pensamiento: una corriente ecologista conservacionista,
expresada en una serie de trabajos hechos por biólogos y ecólogos que confluyen
en la tesis de los límites físicos y la propuesta de crecimiento cero,
paradigmáticamente formulada en el Primer Informe al Club de Roma; una
corriente desarrollista o de ambientalismo moderado, que se expresa en la
Declaración sobre el Medio Humano de la ONU, en Estocolmo; y una corriente
crítica humanista que pretende plantear una alternativa al orden dominante, que
estuvo expresada, por un lado, por la propuesta de ecodesarrollo, más o menos
integrada a la propuesta más general de un nuevo orden económico internacional,
defendida por los países no alineados y, por otro, por el Modelo Mundial
Latinoamericano elaborado por la Fundación Bariloche. El desarrollo de este
apartado se ocupará de la descripción y análisis de dichas
propuestas.
Las tesis de los límites físicos y la propuesta de crecimiento cero.
La tesis de los límites físicos al crecimiento
económico poblacional tiene antecedentes en la teoría económica clásica, siendo
los planteos más relevantes los de Malthus y de Ricardo. Thomas Robert Malthus,
en su célebre ensayo sobre la población publicado en 1798[16]
planteaba que, mientras la población se desarrollaba en progresión geométrica o
exponencial, la producción de alimentos tendía a hacerlo en progresión
aritmética o lineal, por lo que, en un momento dado, los alimentos resultan
insuficientes, y los salarios llegarían a niveles por debajo del de
subsistencia. La única solución sería reducir la natalidad, mediante casamiento
tardío y abstinencia, o más efectivamente, por el hambre, las epidemias, pestes
y guerras que disminuirían la población por aumento de la mortandad. Por su
parte, David Ricardo, en su ensayo de 1817,[17]
partía del carácter limitado de la tierra y de la llamada ley de rendimientos
decrecientes, lo que harían necesarias cada vez más dosis de trabajo y capital,
lo cual a los efectos de mantener la tasa de beneficio que asegura la
reinversión, conduciría inevitablemente a una menor retribución del trabajo,
llevándola a niveles de subsistencia. Por eso, llegaba a la misma idea que
Malthus de la conveniencia o necesidad de controlar o reducir la
población.
Cabe señalar, embargo, que la preocupación que animaba
a estos autores no era la de preservar los recursos naturales, sino la presión
social sobre la distribución de la riqueza, en general y de los alimentos en
particular y la rentabilidad del capital. La situación estacionaria era vista
por ellos como una consecuencia inevitable y no deseada de la dinámica
económica capitalista, mientras que el crecimiento cero del que hablaban los
ambientalistas contemporáneos, de ser inicialmente planteado en esos términos,
pasó a ser un estado deseado y un objetivo defendido y perseguido en aras de
conservar la naturaleza y/o las condiciones de sobrevivencia de la
humanidad.
Los planteamientos contemporáneos más destacados de la
necesidad del crecimiento cero en el momento de la puesta en escena de la
alarmante frente a la crisis ambientalista actual fueron las ideas de Kenneth
E. Boulding, de Paul y Anne Ehrlich, las expresadas en El manifiesto por la
supervivencia, de Goldsmith y el planteo de Los límites del crecimiento
por Meadows.
La postura anti crecimiento del economista norteamericano
Kenneth E. Boulding es anterior al planteo ecologista de los setenta. Ya en
1945 y 1949 se refirió a las premisas teóricas de la cuestión[18],
pero el articulo donde presenta su tesis más específica es “The Economics for the Coming Spaceship
Earth”, publicado en 1966[19].
Parte de la premisa de que en el futuro la economía tendrá que concebirse como
un sistema cerrado, el “navío espacial Tierra” lo cual supondrá aceptar que la
abundancia ilimitada es solo aparente. Plantea también algunos elementos
precursores de la idea de sustentabilidad, como decir que ya no se trata de
aumentar el Producto Interno Bruto (PIB), sino de mantener el stock
total de capital, y que la solidaridad debe extenderse no solo en el espacio
sino en el tiempo (Tamames, 1977: 86-87).
No obstante, el autor más influyente en los
planteamientos sobre el crecimiento cero, con anterioridad al Informe al Club de
Roma de 1972, fue Paul Ehrlich, profesor de biología en la Universidad de
Stanford, que publicó en 1968 The
population bomb
y en 1970, junto con Anne H. Ehrlich,
Population, Resources, Environment. Plantea la urgente necesidad de
limitar la población, incluso en Estados Unidos, por lo que se necesita una
política de control con definición previa de lo que podría ser el tamaño óptimo
de una población estable. No cree que la revolución verde pueda resolver el
suministro de alimentos más allá de los siguientes 20 años, por lo que no
resolvería el problema, sino que apenas lo
pospondrá.
El manifiesto para la supervivencia[20]
fue publicado por un grupo de científicos relacionados con la revista
británica The
ecologist, cuyo editor era Edward Goldsmith.
Recibió adhesiones muy significativas de conocidos biólogos, zoólogos,
bacteriólogos, geógrafos, genetistas, economistas, etc., del Reino Unido,
incluyendo dos premios Nobel y numerosos directores de institutos y
departamentos de investigación. Presenta un amplio conjunto de pruebas
concatenadas sobre los graves problemas ecológicos. Y concluye diciendo que:
“…el mundo no puede hacer frente a este incremento continuo de la demanda
ecológica. Un aumento indefinido, sea del tipo que sea, no puede ser sostenido
por unos recursos finitos. Este es el quid de la doctrina ecológica; y
por desgracia, el aumento de la demanda ecológica se está desarrollando a un
ritmo exponencial (es decir la progresión geométrica, como el interés
compuesto)” (1972: (Apud Tamames, 1977:99). Para caminar a una “sociedad
estable”, que pueda sostenerse indefinidamente dando optimas satisfacciones a
sus miembros” proponen “perturbar” mínimamente los procesos ecológicos,
conservar al máximo materias primas y energía, una población estable, y un
sistema social dentro del cual se pueda disfrutar de las condiciones anteriores
(Tamames:99-100).
Ahora bien, la literatura reconoce que, de todos esos
informes y publicaciones, el divulgado por el Club de Roma[21]
Los límites del crecimiento[22](1972),
fue el que tuvo mayor difusión y repercusión, contribuyendo de manera clave
a establecer el debate sobre lo ambiental en círculos más amplios que los
tradicionales y a instalarlo en el ámbito político. El primer informe se puso
en marcha en 1970 a partir de una reunión del club en la que el profesor Jay
Forrester, experto en dinámica de sistemas del Instituto Tecnológico de
Massachussets (MIT), presentó un modelo global en el que se incluían muchos de
los elementos de la problemática que les preocupaba, de donde se pensó que el
MIT podía ser el que realizará el primer estudio global. Forrester construyó un
primer modelo de la dinámica mundial (World – 2) que sería luego reelaborado
por el equipo Meadows en un segundo modelo, el World-3, que es sobre el que se
escribe el célebre informe.
El World-2 relacionaba la evolución de cinco variables:
población, inversión de capital, recursos naturales, contaminación y producción
de alimentos. Bajo la interpretación de que el crecimiento de la población
genera las necesidades de industrialización y de cultivo de tierras, lo que a su
vez da lugar a mayor población y mayor crecimiento, se prevé que a partir de
determinado momento empiezan a aparecer las consecuencias de agotamiento de los
recursos naturales y la imposibilidad de regeneración, debido a la fuerte
contaminación. Ensayando virtualmente diferentes combinaciones de las dinámicas
consideradas, Forrester planteó que un posible equilibrio global futuro se
obtendría mediante una serie de reducciones: de la utilización de recursos
naturales, en un 75%, en lo posible, mediante reciclaje; de la contaminación, en
un 50%; de las inversiones, en un 40%; y de la natalidad en un 30%. Luego, el
equilibrio supondría crecimiento cero en todas las variables básicas del sistema
excepto en los recursos naturales, que seguirían decreciendo, pero muy
lentamente (Tamames, 1977: 109 -117).
Después de esto Dennis Meadows (discípulo de Forrester)
y su equipo, también del MIT, desarrollaron el World-3, modelo informatizado de
las variables asociadas a las cinco tendencias de inquietud mundial:
industrialización acelerada, rápido crecimiento demográfico, escasez general de
alimentos, agotamiento de recursos no renovables y deterioro del medio ambiente.
En la primera proyección, que seguía las tendencias presentes, los límites se
alcanzaban por agotamiento de los recursos no renovables. A continuación,
programaron una proyección en ese problema era resuelto, suponiendo una
duplicación de la cantidad de recursos económicamente disponibles. El colapso se
daba de nuevo, pero ahora debido a la contaminación producida por la
industrialización acelerada causada por esa disponibilidad de recursos. De aquí
indican que ese proceso debe acompañarse de frenos a la contaminación. La
siguiente proyección incluía, además de la duplicación de los recursos,
estrategias tecnológicas para reducir el nivel de contaminación a un cuarto de
nivel anterior a 1970. Esta vez, los límites de crecimiento se alcanzan por
escasez de alimentos producida por excesiva presión sobre la tierra cultivable,
porque es destinada a un uso urbano-industrial. Y así seguían programando cada
vez el modelo mundial para resolver la causa inmediata anterior del colapso, de
tal manera, que al final, todos los sectores incluyen respuestas tecnológicas
(Dobson, 1997;98 – 100).
Planteaban entonces que lo anterior indicaba la
necesidad de producir energía nuclear, reciclar recursos y explotar las
reservas; impedir contaminantes, lo que sea posible; aumentar muchísimo la
productividad del suelo; y disminuir el exceso y se desembocará igual en el
colapso. Decían textualmente:
El resultado sigue siendo el final del crecimiento
antes del año 2100[23].
En este caso, el crecimiento es detenido por tres crisis simultáneas. La
sobreexplotación del suelo conduce a la erosión, y la producción de alimentos
desciende. Los recursos son gravemente mermados por una próspera población
mundial (pero no tan próspera como la población actual (1970) de Estados
Unidos). La contaminación aumenta, disminuye, después vuelve a aumentar
espectacularmente, causando un descenso aún mayor de la producción de alimentos
y una elevación repentina de la tasa de mortalidad. La aplicación de soluciones
tecnológicas únicamente ha prolongado en el periodo de crecimiento de la
población y de la industria, pero no ha eliminado los límites últimos de dicho
crecimiento (1974: 141, Apud Dobson: 100)
Las conclusiones eran que, de continuar las tendencias
actuales, los límites que el planeta impondría al crecimiento se alcanzarían
dentro de los 100 años, teniendo por resultado más probable una catástrofe
general a partir del declive súbito e incontrolable de la capacidad industrial,
y la hambruna y disminución de la población consiguientes, en un contexto de
caos social (Muñoz y Pavón 1996: 253-256).
Este informe ha recibido muchas críticas. Sintetizamos
la realizada por un equipo de la Universidad de Sussex[24],
poco después de su publicación, que plantea los elementos que entendemos
principales. Meadows aceptan que puede existir progreso técnico continuo en la
industria, pero consideran que los rendimientos serán decrecientes en la
agricultura y en el uso de los recursos naturales, y que no habría mejora
continua en la tecnología anticontaminación, con lo que llegan a las mismas
conclusiones que Malthus y Ricardo 150 años antes, ya bastante cuestionadas
teórica y factualmente. Por otra parte, la forma de análisis global aplicado en
el estudio soslaya las desigualdades norte-sur y las de clase y, al centrar el
problema en los límites físicos al crecimiento se soslaya también la discusión
fundamental sobre los factores económicos, políticos y éticos que determinan el
uso de los recursos naturales y su distribución (Tamames, 1977: 126 –
128).
Recapitulando, es claro que la visión predominante en
la formulación inicial de la crisis ambiental era egocentrista, muy determinada
por el aporte de biólogos y ecólogos, para los cuales aparece autoevidente la
interpretación neomalthusiana de entender el problema como generado por la
presión poblacional sobre recursos limitados. Quiere decir que la tesis fuerte
con que se presenta la crisis ambiental es la de los límites físicos entendidos
como absolutos, de donde la propuesta central es la de limitar el uso de los
recursos, deteniendo el crecimiento económico y poblacional, propuesta
sintetizada como la de crecimiento cero. A partir de eso se coloca el problema
como contradicción absoluta entre sociedad y naturaleza, entre economía y
ecología, entre crecimiento y conservación.
El ambientalismo moderado de la Declaración de Estocolmo.
Nos ocuparemos ahora de presentar y comentar la
declaración de la ONU aprobada en Estocolmo, entendiendo que representa
claramente la posición del ambientalismo moderado, y que es el primer
antecedente de la formulación del objetivo del desarrollo sustentable que la ONU
consolidara en 1987 (Brundtland), más allá de los importantes cambios
ecológicos, económicos y políticos que median entre ambas
instancias.
El documento base de la reunión, llamado Only One Earth: the Care and Maintenance of a
Small Planet[25],
es considerado el informe que hasta ese momento logró analizar con mayor
precisión los problemas que hasta ese momento logró analizar con mayor
precisión los problemas ambientales a nivel mundial. Luego, la conferencia
emitió una declaración que es un intento de carta magna sobre ecología y
desarrollo, y contiene un conjunto de principios, un plan de acción,
recomendaciones, disposiciones institucionales y financieras y otras
resoluciones.
El documento asume lo ambiental en sentido amplio, no
limitado a lo biofísico, por lo que integra como compatibles los objetivos
tradicionales del desarrollo y la necesidad de cuidar el medio ambiente. En ese
sentido, a pesar de la impronta ecologista ecocentrista con que la crisis
ambiental fue puesta en conocimiento y debate público, la ONU adopta una
posición decididamente antropocentrista, desde la cual el cuidado de los
recursos no es un fin en sí mismo sino un medio para favorecer o posibilitar el
desarrollo y la mejora de las condiciones de vida de la sociedad. Es así como
en el pinto 6 de la proclama dice textualmente:
“la defensa y mejoramiento del medio humano para las
generaciones presentes y futuras se ha convertido en meta imperiosa de la
humanidad, que ha de perseguirse al mismo tiempo que las metas fundamentales ya
establecidas de la paz y el desarrollo económico y social en todo el mundo, y
de conformidad con ellas” (ONU, 1977: 196)
En segundo lugar, en la Declaración de Estocolmo no
hace eco de la apelación al crecimiento cero, y, por el contrario, especifica
que el crecimiento es necesario para superar la pobreza. Reconoce las
diferencias entre países ricos y pobres y recomienda que los primeros deben
buscar tecnologías limpias y los segundos crecer, a la vez que los primeros
deben ayudar a los segundos. No distingue crecimiento y desarrollo, por lo que,
sin necesariamente suponerlos equivalentes, no los contrapone. En el principio
11 dice que “…las políticas ambientales de todos los estados deberían estar
encaminadas a aumentar el potencial de crecimiento actual o futuro de los
países en desarrollo y no deberían coartar ese potencial ni obstaculizar el
logro de mejores condiciones de vida para todos” (ONU,
1997:199)
Luego, en el numeral 4 de la proclama
dice:
…los países en desarrollo deben dirigir sus esfuerzos
hacia el desarrollo, teniendo presente sus prioridades y la necesidad de
salvaguardar y mejorar el medio. Con el mismo fin, los países industrializados
deben esforzarse por reducir la distancia que los separa de los países en
desarrollo. En los países industrializados, los problemas ambientales están
generalmente relacionados con la industrialización y el desarrollo tecnológico
(ONU, 1977: 196).
Por otra parte, la pobreza aparece indiferenciadamente
como problema en sí y como causa de problemas ecológicos, por lo que no es claro
cuál es su preocupación principal, dejando abierta la posibilidad de entenderla
más como amenaza ambiental. También en el punto 4 de la proclama
dice:
“En los países en desarrollo, la mayoría de los
problemas ambientales están motivados por el subdesarrollo. Millones de personas
siguen viviendo muy por debajo de los niveles mínimos necesarios para una
existencia humana decorosa, privados de alimentación y vestido, de vivienda y
educación, de sanidad e higiene adecuados (ONU, 1977:
196)
En cuanto a la cuestión de la población, la plantea
como causa de problemas ambientales y en ese sentido recomienda control de la
natalidad, pero, frente a los planteos neomalthusianos ecocentristas, se cuida
de específicas que e l ser humano es lo más valioso. Dice en el numeral 5 de la
proclama:
“El crecimiento natural de la población plantea
rápidamente problemas relativos a la preservación del medio y, se deben adoptar
medidas apropiadas, según proceda, hacer frente a esos problemas. De todas las cosas del mundo, los seres humanos son lo más
valioso”
Recogiendo el reclamo de los países pobres de tener
derecho a decidir sobre sus recursos, cuestionado por la idea de “patrimonio de
la humanidad” plantada por los países desarrollados en aras de su conservación,
en el principio 21, la declaración dice:
“De conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y
con los principios del derecho internacional. Los estados tienen el derecho
soberano de explotar sus propios del derecho internacional, los estados tienen
derecho soberano de explotar sus propios recursos en aplicación de su propia
política ambiental…” (ONU, 1977: 201 – 202)
O sea que, recapitulando, la ONU es quien se hace
portavoz de una de las respuestas a la oposición absoluta hombre-naturaleza o
economía-ecología y la propuesta del crecimiento puede ser compatible con el
cuidado ambiental, y hasta que el primero es necesario para el segundo, dado que
los pobres genera problemas ambientales, presionados por sus necesidades.
También rechaza la visión neomalthusiana extrema, y reconoce el derecho de todos
los países de usar sus propios recursos, como un aspecto de su
soberanía.
El humanismo crítico expresado en la propuesta de ecodesarrollo.
La otra respuesta, alternativa a las anteriores, estuvo
dada, principalmente por la corriente del ecodesarrollo. Esta emergió en la
lucha política oír definir un nuevo orden mundial, frente a la idea de los
límites del crecimiento y la propuesta de transitar hacia una economía
estacionaria divulgadas por el Club de Roma, planteando la propuesta de nuevos
“estilos de desarrollo” basados en el potencial ecológico de las diferentes
regiones y en las capacidades propias de los pueblos del Tercer Mundo. O sea,
para comprender esta propuesta es necesario inscribirse dentro del movimiento a
favor de un nuevo orden económico internacional llevado adelante por los países
no alineados[26]
y avalado por la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados,
aprobada por la Asamblea General de la ONU en 1974, que ratificaba el derecho
de los pueblos del tercer mundo a obtener el control de sus recursos
económicos.
La corriente que propuso el ecodesarrollo recogió
también gran parte de las críticas al concepto de desarrollo como equivalente
lineal de crecimiento económico, como son: críticas a los patrones de consumo
dominantes, a los sistemas y escalas de producción, a los estilos tecnológicos,
que suponían la actitud predatoria sobre los recursos naturales, incorporando
ideas en boga como autodeterminación (self-reliance),
escala s de producción reducida (small
is beautiful), la preferencia por los recursos renovables frente a
los no renovables y por las tecnologías adecuadas o blandas, buscando la
conservación del medio natural.
Ya en el informe Founex (1971) preparado para
la conferencia de Estocolmo, y como presión de los países pobres, se introdujo,
como vimos, el concepto de “medio ambiente humano” que luego es profundizado
para asociarlo con las estrategias de desarrollo. Y es el contexto de esa
conferencia, y como parte de la implementación del PNUMA, durante la primera
reunión del consejo de administración del programa, celebrada en Ginebra en
junio de 1973, que Maurice Strong, acuño el término “ecodesarrollo”. Más allá
de todos los matices de propuestas e interpretación de este, la idea general
del ecodesarrollo era compatibilizar la economía con la ecología, pero poniendo
el centro en “modelos” o “estilos” de desarrollo, alternativo, autodeterminados
y auto centrados, pensados y construidos desde la óptica de los dominados y
desplazados en el orden mundial (o en su defensa), que atendieran las
situaciones de pobreza, marginación social, cultural y política. Se trata,
principalmente, de una respuesta contra las visiones catastróficas que
planteaban la necesidad de detener el crecimiento económico y poblacional,
reivindicando el crecimiento para el desarrollo, pero, a diferencia del
ambientalismo moderado de la ONU, desde una óptica comunitaria y
tercermundista.
Instancias en las que se conforma y divulga la idea de ecodesarrollo.
El discurso del ecodesarrollo se fue conformando y
divulgando en diferentes reuniones internacionales en las que se había
representación fuerte o exclusiva de legados de los países pobres. Las reuniones
a las que hacemos referencia son: el Seminario de Founex (Suiza, 1971), la
Conferencia de Cocoyoc (México, 1974) y el seminario organizado por la Fundación
Dag Hammarskjöld, 1975[27].
Los presentamos en orden cronológico, para tener una visión de la evolución y
concatenación de las ideas.
En el Seminario de Founex (Suiza, 1971) los países
pobres plantearon que no puede darse una contradicción absoluta entre desarrollo
y medio ambiente, que la cuestión ambiental es un tema de preocupación tanto de
los ricos como de los pobres, y que la degradación del medio ambiente está
relacionada con los problemas sociales (Martins,
1995: 46). En el Informe Founez,[28]
los desequilibrios ecológicos se atribuyen al proceso de industrialización y al
crecimiento demográfico en general (no a la dinámica capitalista) y a la hora
de plantear las posibles soluciones para que los problemas económicos de los
países atrasados, se recomienda el mismo tipo de desarrollo, solo que con la
advertencia de que este no sea un “desarrollo espontáneo y carente de
regulación”. Es más, se dice que debe buscarse la “oportunidad de reubicar en
los países en desarrollo las industrias que producen contaminación”, lo que
irónicamente se plantea como una ventaja comparativa para estos países, y una
forma de distribuir equitativamente la contaminación entre el norte y el sur
(ONU, 1971: 1, 2, 40, Apud Leff, 1994: 320-321). O sea, Founex es
conceptualmente importante porque allí se logró ampliar la visión de los
problemas ambientales a sus aspectos, causas y consecuencias sociales, pero no
hay un análisis profundo de las causas de la problemática y la visión de las
soluciones para los países pobres no es verdaderamente
alternativa.
En la Conferencia de Cocoyoc (México) celebrada en
1974, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la
Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Conferencia de
Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) emiten una declaración
inspirada en el concepto de ecodesarrollo[29].
En ella se destacó el carácter estructural de los problemas ambientales son
consecuencia de los modelos de desarrollo y las formas de vida vigentes; y se
indicó la necesidad de estilos de desarrollo alternativos y de un nuevo orden
internacional (Martín, 1995: 46. Se plantea que es la pobreza la que genera
crecimiento poblacional y no a la inversa, como plantean los países ricos y que
también la pobreza genera degradación y contaminación de recursos, enfatizando
así la necesidad de superarla. Luego son los países desarrollados, con alto
consumo, que generan subdesarrollo en los países periféricos, y los que deben
disminuir su participación desproporcionada de la contaminación (Foladori y
Tommasino, 2000a:53). El
aporte particular de Cocoyoc, en relación con Founez, fue el de responsabilizar
más claramente a los países desarrollados del subdesarrollo de los países
pobres, y, por tanto, de la dinámica de pobreza y deterioro ambiental que este
genera. Puede reconocerse, en esas formulaciones, la interpretación del
subdesarrollo planteada por la llamada “teoría de la dependencia” elaborada en
la época en América Latina, y la propuesta del nuevo orden económico
internacional, de los países no alineados.
El “Relatorio Dag
Hammarskjöld” fue preparado en ocasión del séptimo
periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General de las Naciones
Unidas, en un encuentro organizado por la Fundación Dag
Hammarskjöld[30]
(Suecia), en septiembre de 1975[31],
en el que participaron investigadores y políticos de 48 países, con
contribuciones del PNUMA y de otras organizaciones de la ONU. El reporte
critica el sistema colonial y de concentración de la tierra, exige cambios en
la estructura de propiedad de esta, crítica la devastación de los países y
reivindica la self-reliance o capacidad de
autodefensa frente a cambios externos basada en la autoconfianza (Foladori y
Tommasino, 2000a:53).
Los elementos conceptuales de la propuesta de ecodesarrollo.
Según Bifani (1997:121) el concepto de ecodesarrollo
deriva del concepto de ecosistema, que abarca el sistema natural y el contexto
sociocultural, y reconoce el fenómeno de diversidad sugiriendo una pluralidad
de soluciones a la problemática del desarrollo. Según Leff (1994:315), vienen
de la concepción de la economía ambiental que interpreta los problemas
ambientales como externalidades del sistema, de donde el ecodesarrollo buscaría
integrar lo ambiental al proceso de desarrollo
(internalización).
En la literatura sobre el tema, las definiciones de
ecodesarrollo elaboradas y divulgadas por Ignacy Sachs son consideradas las de
referencia para comprender el concepto. Sachs definió inicialmente el
ecodesarrollo como “un estilo de desarrollo particularmente adaptado a las
regiones naturales del Tercer Mundo, fundado en su capacidad natural para la
fotosíntesis”[32].
Reivindicó una nueva ética de la naturaleza, y estableció los principios de “una
solidaridad diacrónica con las generaciones futuras” basada en la conservación
de la estructura productiva de los recursos renovables y en la “oposición al
despilfarro de los recursos no renovables”. A esto se agregan acciones, como la
introducción de tecnologías apropiadas y la orientación del sistema educativo
para generar los conocimientos necesarios para un manejo ecológicamente
adecuado de los recursos, proclamando el rechazo a la dependencia cultural y
técnica (Sachs Apud Leff, 1994:317). Se trata de una concepción esencialmente
antitecnocrática, o de abajo para arriba (bottom-up),
preconizando una gestión más racional de los ecosistemas locales, gestión que
debería incluir la valorización de los know-how y de la creatividad de
las comunidades.
Esta versión inicial del concepto fue reelaborada en el
año siguiente por Sachs en el artículo “Environnement
et style de Development” (Sachs, 1974). En este ecodesarrollo designa un
“estilo de desarrollo” aplicable tanto a proyectos rurales como urbanos, que
busca prioritariamente la satisfacción de las necesidades básicas y la promoción
de la autonomía de las poblaciones envueltas en el proceso (Freire, 1995:55).
Los principios básicos del concepto serían, entonces:
· Satisfacción de las
necesidades básicas
· Solidaridad con las
generaciones
· Participación de la
población implicada.
· Preservación de los
recursos naturales y medio ambiente en general.
· Elaboración de un
sistema social garantizando empleo, seguridad social y respecto a otras
culturas.
· Programa de
educación.
· Defensa de la
separación de los países centrales y periféricos para garantizar el desarrollo
de los últimos (Sachs, 1944 Apud Foladori y Tommasino, 2000a:52, traducción del
portugués).
Según Adams (19910), los elementos principales son: el
foco de en la satisfacción de las necesidades, comenzando por las de los más
pobres y las sociedades más necesitadas, la demanda de la participación, y la
idea de tecnologías apropiadas o intermedias. El primero, es una adopción
directa de las ideas planteadas en el debate sobre las necesidades básicas
surgido en los setenta. El segundo elemento, el de la participación, es propio
de la idea de sistemas no jerárquicos de organización y de gobierno que refleja
el elemento anarquista en el planeamiento del “desarrollo desde abajo”. El
tercero, toma las ideas de tecnologías apropiadas que tiene por antecedente
principal la obra de Schumacher,Small
is Beautiful (1973) y el movimiento que culminó en 1965 con la
formación del Intermediate
Technology Development Group. En conjunto, esta concepción refleja una
serie de elementos presentes en el pensamiento de los setenta sobre el
desarrollo, particularmente elementos del pensamiento neopopulista que plantea
un padrón de desarrollo basado en empresas individuales de pequeña escala, tanto
en industria como agricultura (Schumacher, 1976:53)[33].
Algunas críticas a la propuesta de ecodesarrollo.
A pesar de la amplia difusión que tuvo ese discurso no
atrajo el interés ni la fuerza necesarias para convencer la urgencia y
viabilidad de la propuesta. Leff señala, como explicación de esto, la amplitud
y generalidad de las propuestas que estuvieron desprovistas de un soporte
teórico sólido y de una estrategia para operar el cambio, lo cual, frente a una
compleja problemática social, ha hizo parecer como voluntarista. (Leff, 1994:
315).
El ecodesarrollo pretende una relación armoniosa entre
la sociedad y su medio ambiente natural, pero no elabora una armonía sobre las
determinaciones histórico-sociales que explique cómo las estructuras y procesos
económicos y políticos conducen a las formas sociales y técnicas de vincularse
con el medio y hacer uso de los recursos. Por ello su propuesta no va más lejos
de querer introducir criterios ecológicos al funcionamiento al mercado y
hacerlo así más “civilizado”, mediante una ecuación política de equilibrio de
poder entre Estado, empresas y sociedad civil. Y estas no son propuestas
políticas, sino imperativos morales que prevalecerán por expansión de la
conciencia ambientalista de los individuos, mediante procesos de educación. La
siguiente cita de Sachs (1994) es elocuente:
Una “economía de mercado civilizada” exige un conjunto
de normas que no surgirá simplemente a través del funcionamiento de las fuerzas
del mercado; tal economía exige una buena dosis de planteamiento estratégico
flexible. […]… debe ser encontrado un nuevo tipo de asociación entre todos los
actores implicados, así como una nueva distribución de poder entre el Estado,
las empresas y lo que surge como el tercer sistema, los motivos y las
asociaciones de ciudadanos. Ninguno de esos grupos puede ejecutar la tarea solo
(Sachs, 19994 43 – 44, traducción de la autora del
portugués).
Y dice Leff (1994), criticando de manera
incontestable:
…el discurso ecodesarrollista, al reducir esta
diversidad de procesos y esferas de racionalidad a una “dimensión ambiental”,
desemboca en una propuesta de refuncionalización de la economía, desconociendo
la radicalidad de la cuestión ambiental. De esta manera, los problemas de la
propiedad de las tierras y de los medios de producción, así como de las formas
socialmente sancionadas de acceso a los recursos, son desplazados como causas
fundamentales de los “costos sociales” del desarrollo (marginalidad, desempleo, distribución desigual
de los recursos pobreza) fundado en la maximización de las ganancias
privadas a corto plazo; estos aparecen como problemas corregibles por la simple
racionalidad ecológica de la producción, o por la capacidad de incorporar esta
dimensión ambiental a las prácticas de la planificación de los gobiernos. Así
la autogestión de los recursos y la apropiación de la riqueza parecen
depender más de la autoconfianza (self-reliance) de la comunidad, que de las
formas que asumen la propiedad de los medios de producción y el acceso a los
recursos; de esta manera, las condiciones materiales y sociopolíticas de
existencia de los pueblos quedan reducidas a una cuestión de carácter
psicológico (Leff, 1994: 318 –
319)
Recapitulando, la propuesta del ecodesarrollo es
humanista y crítica, pero su crítica tiene límites, de tal manera que, en el
mismo momento que anima movimientos sociales en pos de ciertos cambios, limita
el horizonte ideológico de esas luchas planteando que las soluciones pueden
darse dentro de la operativa del mercado, el que pretende desconcentrar
incentivando las pequeñas empresas y reduciendo las escalas de producción, así
como “civilizar” con regulaciones basadas en acuerdos entre empresas, Estado y
sociedad civil que atiendan los imperativos ecológicos y las necesidades
sociales de las mayorías. A pesar de la ingenuidad de esta concepción,
impregnada de neopopulismo y anarquismo comunitarios, debe reconocerse a su
favor, su compromiso con valores democráticos y con los países y sectores
empobrecidos y desplazados en el ámbito internacional y nacional, lo que hace de
sus portadores importantes protagonistas de la causa
socioambiental.
La alternativa crítica más profunda enunciada por la Fundación Bariloche.
El “Modelo Mundial Latinoamericano” elaborado por la
Fundación Bariloche,[34]
es una respuesta latinoamericana al Informe al Club de Roma (dado a
conocer antes de su publicación), portador de una visión también humanista y
crítica, pero más profunda que la del ecodesarrollo por cuestionar las bases
económicas y políticas del orden actual y proponer alternativas en pos de una
sociedad diferente.
Este modelo se produjo también utilizando las técnicas
de proyección computarizadas utilizadas en el MIT por Meadows, pero a
diferencia del World-3 que proyectaba el mundo como venía siendo (lo que implica
una posición ideológica a su favor), el modelo Bariloche se diseñó para buscar
caminos que llevaran a un mundo diferente, en el que el desarrollo tuviera como
objetivo fundamental satisfacer, por lo menos, las necesidades humanas básicas
de toda la sociedad, administrando los recursos y cuidando el medio. Rechaza la
tesis de los límites físicos para el desarrollo como absolutos y dice que en
las escalas temporales y espaciales que importan para la comunidad actual, los
límites que operan son sociopolíticos y no físicos. Considera que la crisis no
está en el futuro como enuncia el World-3, sino en el presente, dado que la
mayoría de la humanidad vive en la pobreza y en la miseria. Por lo que no se
trata de relegar el cambio en lo inmediato, el cual concibe como un cambio
radical en la organización social e internacional, que debía liberar al hombre
del subdesarrollo y la opresión. Los elementos básicos de la nueva sociedad
serían: equidad a todas las escalas; no consumismo, en el sentido de que la
producción y el consumo están determinados por las necesidades sociales y no
por el lucro privado; y el reconocimiento de que esas necesidades pueden ser
definidas de manera diferente según las diferentes culturas. El concepto de
propiedad privada de los medios de producción era sustituido por el concepto de
uso y manejo de los medios de producción, que cada sociedad deba definir. Cabe
agregar que este modelo tubo impacto en el debate de la época y mereció la
atención de organismos de la ONU, como la OIT y la UNESCO, así como fue
utilizado por algunos países en desarrollo como Egipto y
Brasil.
Elementos que propician el arribo de la propuesta de desarrollo sustentable.
Hemos visto que en la primera fase de recepción
política de la crisis ambiental, se reconocen las diferentes formas de
posicionarse frente a ella, a saber, la propuesta ecologista y conservacionista
del crecimiento cero, expresada paradigmáticamente en el Primer Informe al
Club Roma; la propuesta desarrollista del ambientalismo moderado,
representada por la Declaración sobre el Medio Humano de la ONU en Estocolmo; la
propuesta también desarrollista, pero critica que los países no alineados
formulan como ecodesarrollo, conceptualizada más consistentemente por Ignacy
Sachs; y la propuesta también desarrollista y crítica, pero alternativa a la
sociedad actual y por tanto más profunda que la anterior, formulada por la
Fundación Bariloche en su Modelo Mundial Latinoamericano. Pasamos ahora a
analizar cómo se arriba a la propuesta hegemónica de desarrollo sustentable. En
los años que median entre Estocolmo (1972) y Brundtland (1987), se constituye un
escenario más propicio para relanzar la problemática ambiental y obtener mayor
receptividad, lo que se realizará bajo la fórmula del desarrollo sustentable. A
nosotros nos interesa identificar los elementos que confluyen para llegar a
ella. En ese sentido, nuestra revisión indica elementos de diferente orden que
hacer a la mayor conciencia de la crisis ambiental y su dimensión global y a
los fundamentos teóricos, la conveniencia económica y la oportunidad política
de la idea de desarrollo sustentable. Estos son, por un lado, una serie de
hechos ambientales y económicos que evidenciaron más la gravedad y dimensión de
la crisis ambienta, y acentuaron la prioridad de retomar el crecimiento
económico, pero con alternativas tecnológicas y energéticas. Luego, en materia
política, tuvo lugar un proceso que cambió el alcance de las luchas políticas
desplazándose de la vieja oposición capitalismo-socialismo al campo del cambio
de aspectos parciales de esta sociedad. Por otro lado, se plasmaron las
relaciones internacionales, que hicieron de puente entre el momento intelectual
de principios de los setenta y Brundtland 1987.
Hechos ambientales, económicos y políticos que oportunidad la propuesta Brundtland de desarrollo sustentable.
Por un lado, aconteció una serie de hechos que puso en
mayor evidencia la dimensión global de la crisis ambiental, el problema
energético y los niveles de riesgo cada vez mayores que se produzcan catástrofes
locales, regionales y hasta planetarias. Tomamos algunos destacados en el cuadro
1.
Algunos
hechos que evidencian la crisis ambiental (1972 –
1987)
| |
Años
|
Hechos
|
1976
|
Catástrofe químico-ecológica en Seveso, Italia: una
nube de dioxina contamina a todos los seres vivos de la
región.
|
1978
|
Segunda
crisis de petróleo (entre octubre de 1973 y noviembre de 1981 el precio del
barril paso de 3 a 34 dólares).
|
1981
|
Científicos británicos anuncian que desde 1970 todos
los años, en la primavera, se viene produciendo un agujero en la capa de ozono
estratosférico, situada sobre la Antártida, exponiendo más a los seres vivos a
las radiaciones ultravioletas solares.
En los Estados Unidos se autoriza la construcción de
la bomba de neutrones, que mata las personas y deja intactos los
objetos.
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1984
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Escape en la
fábrica de plaguicidas Unión Caribe (multinacional estadounidense) provoco la
muerte de 2000 personas y ceguera y diversas lesiones en otras
200,000
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1985
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El arsenal atómico acumulado es suficiente para matar
a 58000 millones de personas, doce veces a cada ser humano del
planeta.
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1986
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Estalla un
reactor en la central nuclear de Chernóbil, liberando una gran nube de agentes
radioactivos contaminantes que se entiende sobre la Unión Soviética y Europa
occidental. Hubo solo 34 muertos directos, pero se estima que en los próximos
70 años morirá medio millón de personas a causa del
accidente.
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Por otro lado, asistió a la generalización de la crisis
capitalista de onda larga. El encadenamiento clásico de desinversión
productiva, estancamiento, desocupación, baja salarial, especulación y en este
caso, una gran inflación, dio paso a iniciar el proceso de desestructuración
del Estado de inflación, dio paso a iniciar el proceso de desestructuración del
Estado de bienestar, que aún está en curso. Correspondientemente, se procesó
una progresiva neoliberalización, tanto en el norte como en el sur, que procura
disminuir los compromisos sociales del estado, dando mayor protagonismo al
“libre juego” del mercado.
El enfrentamiento a la crisis por parte del capital no
solo tiene esa cara defensiva regresiva. Ahí donde es más fuerte logra la
modalidad ofensiva que busca recuperar la tasa de ganancia mediante nuevas
tecnologías, que aumenten la productividad, y utilicen menos trabajadores e
insumos. En este caso, por el aumento registrado del precio del petróleo en 1973
y años posteriores, hubo una búsqueda particular de alternativas energéticas más
baratas y de alternativas tecnológicas que disminuyeran el consumo de las que
ya se usaban. Esto es posible, sobre todo, en los países del norte, tuvo un
efecto ambiental positivo, aunque no fuera el móvil.
Mientras los países del sur recorrieron más el camino
de la desindustrialización y el desempleo, con un efecto ambiental
contradictorio: por un lado, una baja presión sobre los recursos naturales, por
la misma disminución de la actividad; pero, por otro lado, un ensanchamiento
enorme de la desocupación y la pobreza, estimulándose tanto la natalidad como la
mortalidad, las migraciones internacionales y campo-ciudad, así como ciertas
prácticas depredadoras en el medio. Por otra parte, la producción agrícola e
industrial sobreviviente, recurrió a una mayor presión sobre los recursos
naturales y humanos, dentro de su desesperación por bajar costos, lo cual sumo
efectos ambientales negativos.
De este periplo, la concepción que va a cristalizar en
la propuesta de desarrollo sustentable extrajo algunas conclusiones o ideas
fuertes:
· La pobreza no solo un
problema ambiental-consecuencia, sino que es causa activa (no se refieren solo a
la pobreza de los pobres, sino también a la de los países pobres, abarcando sin
mucha distinción, los estos y los sectores
capitalistas).
· Allí donde ha
crecimiento, hay disponibilidad de capital para avanzar en la resolución de
problemas ambientales (eficiencia energética, tecnologías limpias, reducción y
reciclaje de desechos, etc.)
· El enverdecimiento
industrial mejora la rentabilidad y la competitividad
empresarial.
· Existen las
alternativas tecnológicas necesarias y/o se pueden crear
· El crecimiento es
condición sine qua
nom para enfrentar la crisis ambiental.
Desde el punto de vista sociopolítico, esa crisis
supuso diferentes niveles de derrotas y repliegues de los sectores populares en
general. En el norte, la represión fue menos violenta y no se cerraron los
canales de expresión admitidos en los regímenes democráticos, como sí sucedió
en América Latina, donde las dictaduras destruyen las organizaciones populares
y políticas, e imponían un terrorismo profesionalizado. En conjunto, las crisis
económicas y la represión supusieron un debilitamiento de los trabajadores que
afectó las luchas obreras y las opciones políticas socialistas a ellas ligadas.
Las luchas sociales pasaron entonces a ser más protagonizadas por movimientos
con objetivos parciales específicos, como el feminista y el ecologista. Esto
desplazó el alcance de los cambios en cuestión, de la vieja oposición
capitalismo-socialismo, al campo del cambio de aspectos parciales de esta
sociedad, lo que habilitó la idea de que atender la crisis ambiental es un
cambio posible dentro del sistema vigente, y necesario para
fortalecerlo.
Los puentes teórico-políticos entre el conservacionismo del crecimiento cero de los setenta y el desarrollo con conservación limitada de Brundtland.
Decíamos que estos puentes fueron puestos desde dos
campos: el de las relaciones internacionales y el ambiental. Desde el primero,
se trata de los trabajos de la Comisión Brandt de la ONU. Desde el primero, se
trata de los trabajos de la Comisión Brand de la ONU; y desde el ambiental, se
trató de la llamada Estrategia Mundial de Conservación, propuesta por la UICN en
1980. Pasamos entonces a referirnos a cada uno.
El Brandt Report (1980) y la vuelta al mutualismo internacional keynesiano.
La ONU creó la Comisión Brandt para reflexionar las
cuestiones norte-sur. Desde su trabajo surgió el Programa para la sobrevivencia
y crisis común (Informe norte-sur o Brandt Report, 1980) que
discute medidas para ofrecer nuevos horizontes a las relaciones
internacionales, la economía mundial y los países en desarrollo. Esos
horizontes incluyen el medio ambiente globalmente, como una herencia a ser
preservada bajo cooperación internacional. Plantea que el problema principal
para el lento crecimiento del sur es el proteccionismo del norte, a la vez que
el proteccionismo de los del sur causa estancamiento en el norte porque
restringe sus mercados, de donde la solución sería abrir todas las economías.
Proponía, entonces crecimiento en el norte y en el sur, transferencia masiva de
capitales (del primero al segundo), expansión del comercio mundial, el fin del
proteccionismo, un sistema monetario ordenado, y un movimiento dirigido a la
igualdad y paz internacionales. Argumentaba que disminuir la pobreza terminaría
con el crecimiento demográfico, que es un problema global, y no solo de los
países del Tercer Mundo, requiriendo de la acción multilateral, no solo por
imperativo moral, sino por interés mutuo.
Brandt Report es parte de una larga tradición
sobre el pensamiento de la interdependencia económica que tuvo una instancia
fundamental en el sistema creado en Bretton Woods en 1944, basado en la visión
keynesiana de crear una economía mundial interdependiente, en crecimiento y
estable. Como ya dijimos, en los cincuenta y setenta la economía mundial y el
comercio internacional crecieron, pero ya en los setenta comenzó la crisis, se
abolió el patrón oro y se volatilizaron los mercados de moneda, favoreciendo la
desestabilización de precios y la crisis del petróleo de 1973. Esa crisis, que
coincidió con el florecimiento de la idea de los límites del crecimiento, puso
en jaque la interdependencia global, pero con el florecimiento de la idea de
los límites del crecimiento, puso en jaque la interdependencia global, pero con
mensajes contradictorios sobre la deseabilidad del
crecimiento.
Más allá de que, como señala Adams, el Brandt
Report tiene una visión irrealista de la lógica y el poder capitalista, y
que su mutualismo es ingenuo, la reconciliación del ambiente y crecimiento, que
se cristaliza en la propuesta del desarrollo sustentable, tiene en él un
antecedente importante que apela a volver a los principios de una economía
mundial creciente, organizada y gestionada, basada en la cooperación, y un
papel del Estado y de las organizaciones internacionales, de fuerte impronta
keynesiana (Adams, 1990: 62-65).[35]
La Estrategia Mundial de Conservación (EMC): conservacionismo y crecimiento.
Según Lélé, el término desarrollo sustentable ganó
prominencia en 1980, cuando la UICN presentó la Estrategia Mundial de
Conservación (EMC), anunciándose como objetivo a ser logrado a través de la
conservación de los recursos naturales (Lélé, 1991:610) el EMC fue preparada
por la UICN con fondos del PNUMA y el World Wildlife Fund (WWF), publicada en 1980[36],
y presentada a la FAO y la UNESCO. Es interpretada como la culminación de más de
dos décadas de pensamiento conservacionista, particularmente de la UICN, acerca
de cómo ampliar la conservación de la naturaleza a escala global, ofreciendo
para ello un marco conceptual y una guía práctica. Según sir Peter Scott,
catedrático del WWF, fue concebida para mostrar cómo la conservación puede
contribuir a los objetivos del desarrollo y fue la primera vez de ser visto
como obstrucción (Adams, 1990). Dice la EMC,
textualmente:
“…el mantenimiento de los procesos ecológicos
esenciales y los sistemas de soporte de la vida, la preservación de la
diversidad genética, y la utilización sustentable de las especies y los
ecosistemas con el propósito general de alcanzar el “desarrollo sustentable
mediante la conservación de los recursos vivos”” (1980: s. p. Apud Barbier,
1987: 101).
Conceptualmente, este casamiento entre conservación y
desarrollo se basa en la forma en que ambos son definidos, que permite que su
compatibilidad parezca inevitable, siendo el concepto clave el de
sustentabilidad. “Desarrollo” es presentado como “la modificación de la
biosfera y la aplicación de los recursos humanos, financieros, vivos y no vivos
para la satisfacción de las necesidades humanas y la mejoría de la calidad de
la vida humana” (pág. 1.4 Apud Adams, 1990:49). Y conservación: “La
administración del uso humano de la biosfera para que pueda rendir los mayores
beneficios sustentables a las generaciones presentes mientras mantiene el
potencial para satisfacer las necesidades y aspiraciones de las futuras
generaciones” (Adams, 1990: 49). De esta manera, conservación y desarrollo son
mutuamente dependientes y no incompatibles, como parecían en el pasado, según
la EMC, por un error que no captaba el concepto “real” de conservación. Ahora,
bien entendida, ayudaría a garantizar el desarrollo
efectivo.
La EMC hace eco de la ética del ambientalismo de los
setenta, mezclando el utilitarismo científico, con el holismo romántico y el
pensamiento vitalista, así como con aspectos científicos de la ecología, bajo
formas de bioética; las especies naturales deben ser conservadas porque son
útiles y porque tienen el derecho de serlo, argumentando el derecho de
sobrevivencia de otras especies y el de las generaciones futuras. Este dualismo
entre utilitarismo y ética refleja la contradicción del propio ambientalismo
entre tecnocentristas y ecocentristas, e intenta disolverla ofreciendo
argumentos para ambos (Adams, 1990).
Por otra parte, no le faltan elementos populistas: “la
conservación es totalmente compatible con la demanda creciente de desarrollo
≪centrado en la
gente≫, que alcanza
una más amplia distribución de los beneficios a todas las poblaciones…”
(parag.20.6 Apud Adams, 1990:50). Pero falla en no reconocer la naturaleza
esencialmente política del proceso de desarrollo. Esto lo hace en dos niveles.
La conservación, como la ciencia, es vista más allá de ideologías. No entiende
como interactúan la sociedad en la naturaleza, por lo que no capta la producción
social de la naturaleza, ni como las visiones de la naturaleza son creadas
socialmente. Luego, entiende que la conservación puede traspasar, de alguna
manera, estructuras y desigualdades sociales (“… La integración de la
conservación y el desarrollo para asegurar que las modificaciones al planeta
aseguran la sobrevivencia y bienestar de toda la gente”; pág. 1.12 Apud
Adams, 1900 90: 51).
En términos instrumentales, la EMC estaba dirigida a
los gobernantes, como una guía de manejo de los recursos, identificando
objetivos, que se desagregaron en una lista de prioridades, según su
importancia, urgencia e irreversibilidad. Luego, discutía las prioridades para
la acción nacional de gobiernos y ONG, a los efectos de que se reviertan los
objetivos de desarrollo a la luz de los objetivos conservacionistas. En ese
marco, la promoción del desarrollo sustentable formaba uno de los siete
programas de la UICN para el periodo 1985 – 1987, dentro del plan de revisar la
EMC cada tres años para orientar la progresiva adaptación de la es estrategias
nacionales de conservación. Una serie de países del Primer y Tercer Mundo,
elaboraron estrategias en ese sentido y, en términos del nivel de adopción, al
menos nominal, la EMC fue un éxito, así como la proliferación de la expresión
“desarrollo sustentable”.
Iniciada la EMC, otros eventos vinieron a reforzar y
dar peso a la idea de desarrollo sustentable, como el Reporte de la Comisión
Norte-Sur (1981), la Proclamación de la Carta de las Naciones Unidas para la
Naturaleza (1982) y la Conferencia Mundial de la Industria sobre Gestión
Ambiental (1984). Luego, en la conferencia sobre Conservación y Desarrollo
organizada por UICN-Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(UNEP)-WWF, que tuvo lugar en Ottawa en 1986, se hizo una revisión de las
actividades de implementación de la EMC, donde se ratificó la necesidad de un
tipo de desarrollo, al mismo tiempo sustentable y equitativo, y el
establecimiento de un contexto más amplio para la conservación. Sus principales
recomendaciones se referían a la necesidad de una definición más clara de las
relaciones entre los temas de desarrollo sustentable, la paz, justicia y
seguridad: y entre el movimiento conservacionista, los intereses de los
indígenas y de otros pueblos, cuyos modos de vida y cultura se vinculan a los
recursos y al medio ambiente (Sandler, 1994:26-27, Lélé,
1991:611).
Las opiniones sobre la EMC están divididas. Caldwell,
la describe como la aproximación mayor a un programa comprensivo de acción para
el cambio político (Adams, 1990). Para Sadler. La EMC inauguró la fase más reciente del ambientalismo, en la UICN otras
organizaciones conservacionistas pasaron del ambientalismo, en la que la UICN y
otras organizaciones conservacionistas pasaron de una acción de retaguardia en
defensa de especies amenazadas, para l acción estratégica en el sentido de
mejorar el bienestar humano y detener el deterioro de la biosfera (Sadler,
1994:26-27) Según Tisdell y Pearce, la EMC es muy imprecisa para ser operacional,
no percibe el aspecto crucial de los trade-off[37]
entre economía y conservacionismo e ignora los problemas de la valoración de
los recursos /Barbier, 1987: 101). Según Adams, la EMC está marcada por el
pensamiento conservacionista más original y sus contradicciones son reflejo de
la conversión de ese pensamiento hacia uno nuevo. Mantiene la impronta
neomalthusiana, que aparece comparativamente moderada, y la veta ecologista,
por lo que el planteo del desarrollo es válido siempre que su instrumentación
acepte las restricciones impuestas por los límites físicos y se subordine a la
orientación de la ecología. Y reitera, como los alarmistas del principio, que
los términos de la situación son entre conservación y desastre (Adams, 1990:
46-148). Por su parte, Redclift plantea que la EMC adolece de no considerar los
cambios sociales y políticos necesarios para cumplir los objetivos de
conservación (Adams,1990). Y Lélé es más categórico, diciendo que, en realidad,
la EMC solo agendo la sustentabilidad ecológica y no el desarrollo
sustentable (Lélé,1991:610)
Independientemente de compartir estas críticas, la EMC
cumplió el importantísimo papel de oficiar de puente entre el planteo
conservacionista antidesarrollista del crecimiento cero, de inicios de los
setenta, y el planteo de crecimiento con conservación de Brundtland, bajo el
objetivo del desarrollo sustentable, de 1987. Hizo en dos sentidos:
conceptualmente, pero también políticamente, pues de la puerta por donde el
desarrollo sustentable entro a los objetivos de los gobiernos y ONG ya antes de
Brundtland, haciendo un piso que explica, en gran
medida, la acogida general de ese sentido producida allí, y de ahí en
adelante.
La propuesta Brundtland de desarrollo sustentable (1987).
La Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo
(CMMAD) fue creada en 1983, en la XXXVIII Sesión de la ONU, por resolución de
la Asamblea General. La misma actuó como un órgano independiente, en el sentido
de que sus miembros trabajaban a nivel individual y no como representantes de
sus gobiernos[38].
De su trabajo surgió el documento conocido como Nuestro futuro común
(Informe Brundtland) el que, después de ser examinado por el PNUMA, fue
considerado y aprobado por la Asamblea General de la ONU, en su XLII sesión, en
1987.
Brundtland parte de la idea central de que desarrollo y
medio ambiente no pueden ser separados: “Medio ambiente y desarrollo no
constituyen desafíos separados; están inevitablemente interligados. El
desarrollo no se mantiene si la base de recursos ambientales se deteriora; el
medio ambiente no puede ser protegido si el crecimiento no toma en cuenta las
consecuencias de la destrucción ambiental (Comisión Mundial sobre Medio
Ambiente y Desarrollo (CMMAD):40)[39]
Pero invierte la formulación clásica del problema: se
distancia del ecocentrismo, que veía el desarrollo como causa del deterioro
ambiental, y adopta una clara óptica antropocentrista diciendo que hay que
preocuparse por evitar ese deterioro limitó el desarrollo: “Antes, nuestras
mayores preocupaciones se dirigían para los efectos del desarrollo sobre el
medio ambiente. Hoy, tenemos que preocuparnos también con el modo con el
deterioro ambiental puede impedir o revertir el desarrollo económico. Área tras
área, el deterioro del medio ambiente está minando el potencial de desarrollo
(Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo
(CMMAD):38-39).
La apelación al desarrollo sustentable es un llamado a
cambiar las estrategias aplicadas hasta el momento, tanto en materia de
políticas de desarrollo como ambientales. Se lo concibe como un cambio drástico
y necesario para mantener el objetivo último de la estabilidad social, algo así
como cambiar el funcionamiento del sistema para mantenerlo: “las próximas
décadas serán vitales. Es tiempo de romper con los modelos del pasado. Si
intentamos mantener la estabilidad social y ecológica por medio de las
viejas estrategias de desarrollo y de protección ambiental, la inestabilidad
aumentará. La seguridad debe ser
buscada en el cambio (Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo
(CMMAD):25)
“la humanidad es capaz de volver sustentable el
desarrollo de garantizar que el atienda las necesidades del presente sin
comprometer la capacidad de las generaciones futuras de atender también las
suyas” (Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo
(CMMAD):9).
Luego, establece los lazos entre pobreza y medio
ambiente en una visión circular donde la pobreza es tanto “la mayor causa como
el efecto de los problemas ambientales globales” (Comisión Mundial sobre Medio
Ambiente y Desarrollo (CMMAD):3). En el mismo momento, invierte las
responsabilidades, haciendo a los pobres tanto o más responsables de la crisis
ambiental que los ricos:
El desgaste del medio ambiente fue con frecuencia
considerado el resultado de la creciente demanda de recursos escasos y de la
contaminación causada por la mejora del padrón de vida de los relativamente
ricos. Pero la propia pobreza contamina el medio ambiente, creando otro tipo de
desgaste ambiental. Para sobrevivir, los pobres y los hambrientos muchas veces
destruyen su propio medio ambiente […] el efecto acumulativo de esos procesos
llega al punto de hacer de la propia pobreza uno de los mayores flagelos del
mundo (Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo
(CMMAD):30-31).
La consecuencia de este razonamiento es la necesidad de
crecimiento económico, tanto para disminuir la pobreza como para posibilitar
las inversiones en nuevas tecnologías, ambos como medios de contener o revertir
los problemas ambientales:
La satisfacción de las
necesidades esenciales depende en parte de que se consiga el crecimiento
potencial pleno, y el desarrollo sustentable exige claramente que haya
crecimiento económico en regiones donde tales necesidades no están siendo
atendidas. Donde ya son atendidas, él es compatible con el crecimiento
económico, desde que ese crecimiento refleje los principios amplios de la
sustentabilidad y de la no explotación de unos sobre otros (Comisión Mundial
sobre Medio Ambiente y Desarrollo (CMMAD):47)
La medida del
crecimiento necesario también se
explicitó:
Las tasas de
crecimiento podrán variar, pero es necesario un nivel mínimo para causar algún
impacto sobre la pobreza absoluta. Considerando todos esos países (Tercer
Mundo), parece improbable atender esos objetivos si el crecimiento de la renta
per cápita fuera inferior al 3%. Dados los actuales índices de crecimiento
poblacional, sería necesario un crecimiento global de la renta nacional de
cerca del 5% al año en las economías en desarrollo de Asia, del 5.5% en América
Latina y el 6% en África y Asia occidental (Comisión Mundial sobre Medio
Ambiente y Desarrollo (CMMAD):53)
Pero, reconoce que el crecimiento en si no es garantía
de disminución de la pobreza: “Pero el simple crecimiento no basta. Una
actividad productiva puede coexistir con la pobreza diseminada y esto constituye
un riesgo para el medio ambiente” (Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y
Desarrollo (CMMAD):47)
De donde se levanta el objetivo de la equidad social,
la que a su vez resultaría posible mediante la participación ciudadana en la
toma de decisiones y mayor democracia en el sistema
internacional:
La atención de las necesidades básicas requiere no solo
de una nueva era de crecimiento económico para las naciones cuya mayoría de
población es pobre, como garantía de que esos pobres recibirán una parte justa
de los recursos necesarios para mantener ese crecimiento. Tal equidad sería
facilitada por sistemas políticos que asegurasen la participación efectiva de
los ciudadanos en la toma de decisiones y por procesos más democráticos en las
tomas de decisiones en el ámbito internacional (Comisión Mundial sobre Medio
Ambiente y Desarrollo (CMMAD):9-10)
Complementariamente, recomienda políticas poblacionales
que contengan el crecimiento demográfico, aunque reconoce que la pobreza es la
causa principal de este:
Más allá de eso, el rápido aumento poblacional puede
intensificar la presión sobre los recursos y retardar cualquier mejora de los
padrones de vida; por tanto, solo se puede buscar el desarrollo sustentable si
el tamaño y el aumento de la población estuvieran en armonía con el potencial
productivo cambiante del ecosistema (Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y
Desarrollo (CMMAD):9-10).
Brundtland considera que los límites para el
crecimiento no son sólo físicos, sino también sociales y técnicos, y que se
pueden superar:
El concepto de desarrollo sustentable tiene claro,
límites-no límites absolutos, pero sí limitaciones impuestas por el estadio
actual de la tecnología y de la organización social, en lo relativo a los
recursos mentales, y por la capacidad de la biósfera de absorber los efectos de
la actividad humana. Pero, tanto la tecnología como la organización social
pueden tener gerencia das y mejoradas con el fin de proporcionar una nueva era
de crecimiento económico (Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo
(CMMAD): 9).
Finalmente, le asignan un papel muy importante a la
cooperación internacional. Así G. H. Brundtland dice en el prólogo del
reporte:
Tal vez es nuestra tarea más urgente sea persuadir a
las naciones de la necesidad de un retorno más al multilateralismo. El desafío
de la reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial fue una verdadera
motivación que llevó al establecimiento de roza sistema económico internacional
de posguerra. El desafío de encontrar rumbos para un desarrollo sustentable
debe aportar el ímpetu- o el imperativo- para una búsqueda renovado de
soluciones multilaterales y para un sistema económico internacional de
cooperación reestructurado (Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo
(CMMAD): XII)
Ofrecernos en el recuadro posterior una síntesis de los
objetivos los requisitos de la propuesta Brundtland de desarrollo
sustentable.
La importancia de Brundtland el múltiple en: por un
lado, recuperar el espíritu de Estocolmo, que se había ido apagando en los años
posteriores. Eso, si bien había sido intentado antes por la EMC, Brundtland lo
consigue mucho más en tanto se origina y se asumen en la Asamblea General de la
ONU y no en los ámbitos o respectivos Aspe y especializados del PNUMA o la
UICN. En segundo lugar, ubica elementos del desarrollo sustentable en el
contexto económico y político del desarrollo internacional, e instala
definitivamente los aspectos ambientales en la agenda política
mundial-
Adams (1990) destaca que la propuesta del desarrollo
sustentable hecha en Brundtland es un cambio fundamental en el pensamiento
ambientalista por se basan en objetivos socioeconómicos. Lo más importante de
todo es el foco en el crecimiento, que es visto como el único camino de superar
la pobreza y realizar los objetivos ambientales y del desarrollo. Deberá ser
otra forma de crecimientos, ambientalmente cuidadosa, igualitaria y que reparta
de manera equitativa los impactos:
Objetivos y requisitos del desarrollo sustentable
Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo
(CMMAD),1987.
Los principales objetivos de las políticas ambientales
y desarrollistas que derivan del concepto de desarrollo sustentable son, entre
otros, los siguientes:
· Retomar el
crecimiento.
· Cambia la calidad del
desarrollo.
· Atender las
necesidades esenciales de empleo, alimentación, energía, agua y
saneamiento.
· Mantener un nivel
poblacional sustentable.
· Conservar y mejorar
la base de recursos.
· Reorientar la
tecnología y administrar el riesgo.
· Incluir el medio
ambiente y la economía en el proceso de toma de decisiones (Comisión Mundial
sobre Medio Ambiente y Desarrollo (CMMAD):53)
En el contexto específico de las crisis del desarrollo
del medio ambiente surgidas en los años 80 … La búsqueda del desarrollo
sustentable requiere:
· Un sistema político
que asegure la efectiva participación de los ciudadanos en el proceso
decisorio.
· Un sistema económico
capaz de generar excedentes y know-how técnico con pases confiables y
constantes.
· Un sistema social que
puede resolver las tensiones causadas por un desarrollo no
equilibrado.
· Un sistema de
producción que respete la obligación de preservar la base ecológica del
desarrollo.
· El sistema
tecnológico que busque constantemente nuevas
soluciones.
· El sistema
internacional que estimule padrones sustentables de comercio y
financiamiento.
· Un sistema
administrativo flexible y capaz de autocorregirse.
Estos requisitos tienen antes el carácter de objetivos
que deben inspirar a la acción nacional e internacional para el desarrollo
(Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo
(CMMAD):70)
|
No es una visión catastrófica, tiene un optimismo
tecnológico, pero no absoluto, como el de los cornucopianos y un
neomalthusianismo, pero más leve que el de los conservacionistas. Su agenda
política supera la visión local o nacional del ecodesarrollo y de la EMC,
mediante el reconocimiento de la economía global desigual e interdependiente, y
la reivindicación de un intercambio equitativo entre naciones y de relaciones
de cooperación. En este sentido, Brundtland es sólo secundariamente la
continuación superadora de la propuesta de EMC, y mucho más una exención del
pensamiento o de Brandt
Reports North-South (1980)
y del Common Crisis (Palme 1983). Mientras la EMC se
presentó el intento de los conservacionistas para capturar la retórica del
desarrollo y R empaquetados sus viejas ideas, Brundtland es el resultado del
proceso inverso: la existencia de la crisis ambiental global es una evidencia
de la necesidad de una solución multilateral (Adams, 1990: 58-
62).
Lélé (1991) plantea que hay una serie de errores e
insuficiencias en los conceptos y razonamientos de lo que llama el “movimiento
de desarrollo sustentable”. Cuestiona la forma en que se articulan crecimiento,
pobreza y sustentabilidad. En el primer lugar, si bien es cierto que
crecimiento y sustentabilidad no son necesariamente excluyentes, eso no implica
que el primero favorezca necesariamente al segundo, lo que lo cuestiona
lógicamente como objetivo operacional del desarrollo sustentable. Luego, con la
relación crecimiento-pobreza sucede otro tanto (el primero no garantiza la
remoción de la segunda), por lo que tampoco por ese lado se justifica como
objetivo operacional. En cuanto al concepto de sustentabilidad, no responder
preguntas fundamentales como que en debe ser sustentado, para quienes y cuánto
tiempo, quedándose en una definición superficial que convoca amplios consensos
por soslayar los intereses diferentes que responderían esas preguntas de manera
diferente. Luego, la participación como la llave para lograr la equidad y la
sustentabilidad ecológica, lo que no está en ningún sentido ha probado. La
desigualdad económica limita, ella misma, las posibilidades y capacidades de
participación, por lo que no se puede pensar a esta como variable independiente
y, menos, adjudicar la capacidad de determinante. En cuanto al supuesto de
que la equidad garantizaría un manejo sustentable de los recursos, tampoco está
probado en la práctica, y más bien resulta claro que ese manejo necesita una
voluntad política específica y capacidades económicas y técnicas, que no son
derivados necesarios de la equidad (Lélé
1991:614-616).
Recapitulando, queremos destacar que la asunción mayor
de la cuestión ambiental en la que Brundtland es un hito fundamental se franquea
cuando la dimensión del problema se hizo mayor y más evidente, y se
comprendieron mejor las amenazas que supone, ya sea, debido a las restricciones
materiales y costos financieros para el capital, como a la conflictividad
socioambiental creciente y sus costos políticos. La fórmula del desarrollo
sustentable desplaza definitivamente el viejo cuestionamiento ambientalista al
crecimiento y lo presenta como condición central de la sustentabilidad ecología,
y esta se admite como condición del primero. Luego, atenuar la pobreza y la
desigualdad no son objetivos entre sí, sino medio para esta sustentabilidad,
logrables dentro del sistema de mercado, con mayor participación social en la
toma de decisiones.
Brundtland puede entenderse como la instancia que hace
hegemónica la concepción del ambientalismo moderado a nivel político general,
desde las organizaciones internacionales, los gobiernos y las empresas
(abriendo decididamente las puertas para la gestión ambiental en cada uno de
esos ámbitos), hasta la población en general, pasando por el propio
ambientalismo. Se acepción universal no supuso la desaparición de diferentes
intereses e interpretaciones, pero puso a todos bajo el mismo techo, siendo una
conquista ideológica que debilito el papel relativamente oponente del
ecologismo consagrando una alianza con el conservacionismo, al que subordina
haciéndolo funcional a los objetivos del desarrollo.
Río 1992 o el ajuste con la realidad de los límites sociales para la sustentabilidad.
La conferencia de Comisión Mundial sobre Medio Ambiente
y Desarrollo (CMMAD) de Río 1992 fue preparada como la mayor instancia para
instrumentar globalmente el desarrollo sustentable mediante compromisos
jurídicamente vinculantes entre los gobiernos, con identificación de plazos y
recursos financieros para implementar las estrategias definidas. Se aprobaron
cinco documentos principales:
1. La “Declaración de
Río sobre medio ambiente.
2. La “Agenda
XXI”.
3. La “Convención marco
sobre cambios climáticos”.
4. La “Convención sobre
diversidad biológica”
5. La “Declaración de
principios sobre el manejo, conservación y desarrollo sustentable de todos los
tipos de bosques”.[40]
Sin entrar en detalles, lo que sucedió fue que algunos
gobiernos de mucho peso, como el de Estados Unidos, dejaron sin contenido o sin
fondos, las medidas que se pretendían aprobar. En muchos aspectos importantes,
Ríos 1992 significó un retroceso respecto a Estocolmo 1972: reforzando, por
ejemplo, instituciones como el Banco Mundial, al adjudicar la gestión de los
fondos especiales destinados para el ambiente; dejando relegados temas como el
de la deuda externa de los países pobres, los desechos tóxicos y la energía
nuclear. También salieron incólumes el libre comercio, la deuda ecológica del
Primer Mundo con el Tercer, y las empresas transnacionales, que son responsables
del 80% del comercio internacional (Guimarães, 1992:
90-100).
Los países desarrollados, salvo excepciones,
defendieron su libertad de agredir el ambiente y manifestaron no estar
dispuestos a pagar por los daños que ya produjeron, tanto a nivel global como en
los países pobres. No solo eso, sino que pretendieron limitar el uso que estos
hagan que sus propios recursos, declarándose patrimonio universal, como medio
de adquirir derechos sobre ellos. Tampoco se manifestaron dispuestos a financiar
la reconversión ambiental de los países atrasados en una forma menos esquilmante
y acondicionadora que la ya habitual de la deuda
externa.
Este contraste entre las expectativas puestas en Río
1992 y los resultados reales develo, como nunca, los límites sociales para
construir la sustentabilidad, mostrando lo que no están dispuestos a hacer los
países más ricos y fuertes. Quedaron bien explícitas las pocas opciones que en
ese orden mundial los pobres y dependientes. Por último, la literatura coincide
en señalar que el foro global de ONG que se desarrolló de forma paralela a la
conferencia oficial marcó un hito en la historia de los movimientos sociales y
sus definiciones, que trasciende el tema estrictamente ambiental ubicándolo en
una problematización general de la sociedad actual y sus
desafíos.
Las interpretaciones del desarrollo sustentable en disputa.
Hasta aquí hicimos el recorrido de cómo se llegó a la
propuesta hegemónica del resultado sustentable, desde el punto de vista
histórico y teórico. En ese apartado nuestro objetivo que venimos siguiendo, se
expresan ahora como diferentes concepciones sobre el desarrollo sustentable,
disputando las orientaciones concretas de su
instrumentación.
El desarrollo sustentable plantea el desafío de
obtener, al mismo tiempo, la sustentabilidad económica, la ecología y la social,
lo que supone la aceptación de ciertos trade-offs
derivados de su carácter relativamente contradictorio,
1987:104)
Sostenemos aquí que el ambientalismo moderado y los
ecologistas conservacionistas privilegian el eje
sustentabilidad económica-ecológica, y que a pesar de sus diferencias
privilegian el eje sustentabilidad económica-ecologista, y que, a pesar de sus
diferencias teóricas, confluyen en las políticas ambientales realmente
existentes, ocupándose de establecer qué y cuánto capital natural conservar.
También ambos integran la pobreza en sus consideraciones, pero no como un
problema en sí que hay qua atenuar en tanto crea problemas ambientales, de donde
se limitan a proponer mejorar la redistribución de ingresos, sin poner en
cuestión desigualdades fundamentales como las de
clase.
La corriente humanista crítica hace lo inverso: se
centra en la cuestión de la sustentabilidad social, por tanto, en qué cambios
son necesarios para que el uso económico de los recursos naturales se subordine
a los objetivos sociales. Apunta a erradicar la pobreza y no sólo atenuar,
para lo que entiende que debe transitarse hacia una sociedad nueva. Esta
corriente, como decíamos al principio, se subdivide en dos: la ecología social
neoanarquista y el marxismo.
Es interesante separa que la discusión dominante (la
que ocupa mayor espacio en el debato) no está formulada entre los representantes
de estos dos grandes enfoques que son, en verdad las alternativas de fondo. Por
el contrario, dicha discusión se limita al primer enfoque y presenta como
alternativas un espectro de posiciones planteadas como “grados” de
sustentabilidad, que de hecho se reducen a los grados de conservación posibles.
Dice Jiménez, ratificando esto:
“Aunque se mantiene el trasfondo de la vieja polémica
optimista-pesimistas (crecimiento-anticrecimiento), en los enfoques actuales
predomina la discusión en torno al capital natural como variable fundamental
teniendo en cuenta sus posibilidades de sustitución por otras formas de
capital…” (Jimenez, 1997:68-69)
Pero el “detalle” es que esa formulación limpia la
escena escondiendo la premisa común de aceptar la sociedad actual y
desigualdades fundamentalmente técnico. En lo que sigue presentaremos estos dos
grandes enfoques, y dentro de cada uno, de las dos corrientes
principales.
El desarrollo sustentable como un problema técnico: diferencias y confluencias entre el ambientalismo moderado y los ecologistas conservacionistas.
Ya sabemos que la discusión inicial en el debate
ambiental opuso la propuesta de crecimiento cero a la economía real y los
desarrollistas, que lo tenían por objetivo principal, y que luego, a través de
la EMC del a UICN (1980) y más decididamente, en Brundtland (1987), el
crecimiento pasa a rehabilitarse políticamente, visto ahora como imprescindible
para resolver los problemas ambientales, y la pobreza, en tata creadora de los
mismos. Pues bien, la discusión sobre la conveniencia o no del crecimiento,
sigue en pie. Los voceros teóricos más representativos son: la economía
ambiental, que lo defiende y representa aquí la corriente del ambientalismo
moderado; y la economía ecológica, que se opone y representa la corriente
ecologista conservacionista, defensora del crecimiento
cero.
La economía ambiental es una elaboración hecha
desde la teoría neoclásica para dar cuenta de la crisis ambiental actual, para
lo que hace ciertos “ajustes” a algunos aspectos de la teoría madre. Los
recursos naturales, que podían considerarse antes como infinitos, han pasado a
reconocerse como escasos. Los factores de producción tierra, bajo y capital,
que se consideraban perfectamente sustituibles entre sí (por lo que siempre
sería posible mantener, por lo menos una riqueza total constante), ahora se
considera que no lo son o lo son solo de manera limitada (las posibilidades de
sustitución vía tecnológica son inciertas). Como la naturaleza es escasa y
produce bienes y servicios, en realidad, se trata de otra forma de capital
(natural) que, junto al capital manufacturado, al humano y al institucional,
hace al capital total. El interés general es aumentar el capital total (crecer)
pero, por lo menos, es necesario mantenerlo, y eso pasa por mantener el capital
natural no sustituible. O sea que la preocupación por conservar el capital
natural tienes estrictas razones económicas “utilitarias”; no se trata de un
conservacionismo por la naturaleza en sí. El objetivo es crecer evitando o
disminuyendo, lo más posible, los costos económicos que supone la escasez de
recursos y la degradación ambiental, los que se prevé que pueden ir aumentando,
según las tendencias constatadas. Veamos como lo expresan Pearce
(1993):
Lo esencial del argumento de la “riqueza constante” es
la posibilidad de utilizar diversos tipos de capital indistintamente: que pueden
sustituirse uno a otro. En realidad, eso solo cierto para cierto punto. Hay
muchos tipos de bienes medioambientales que no pueden ser sustituidos en modo
alguno […] El hecho de que el capital creado por el hombre y el capital natural
no puedan ser sustituidos con la misma facilidad constituye una razón esencial
para proteger los bienes naturales de que disponemos. Los avances tecnológicos,
por supuesto, podrían mejorar las posibilidades de sustitución entre ambos tipos
de capital. Tal vez algún día no tengamos necesidad de los océanos […], pero
todo ello plantea la cuestión de cómo actuar si no estamos seguros de que pueda
producirse una sustitución (Pearce 1993:40) […]
…la “conservación del capital natural” significa
esencialmente la explotación de las diversas funciones del medio – producción de
insumos material y energéticos, la asimilación de los desechos y el
mantenimiento de las funciones y ciclos ecológicos esenciales – con el fin de
minimizar la presión impuesta por la degradación medio ambiental sobre el
sistema económico (Pearce
1993:42)
Y
conciben el desarrollo sustentable como crecimiento económico con cierto nivel
de conservación de recursos naturales, cuidado ambiental y redistribución de
renta:
…el desarrollo y el
crecimiento sostenibles están interrelacionados. Una sociedad que no mantenga o
mejore su renta per cápita, es poco probable que llegue a esta “en desarrollo”.
Pero si logra el crecimiento a expensas de otros componentes del del desarrollo,
tampoco se puede afirmar que se encuentre en desarrollo. Se puede afirmar que la
definición del problema del desarrollo sostenible depende del logro del
desarrollo económico sin sacrificar un nivel aceptable de crecimiento económico.
[…]
Dicho de otras palabras, en la medida en que en qué
Calidad medioambiental sea considerada una característica esencial del
desarrollo económico, el crecimiento y el desarrollo puede ser compatibles.
Alcanzar ese objetivo es el reto del desarrollo
sostenible.
Por su parte, la economía ecológica es una
crítica a la economía neoclásica convencional y a la ambiental, con base en
elementos de la ecología y termodinámica[41]
. aquí nos interesa referirnos a su posición sobre el desarrollo sustentable, que
parte de cómo conciben los límites físicos y la sustituibilidad entre los
factores productivos y tienen por consecuencia oponerse a la tesis sostenida
por Brundtland y el ambientalismo moderado en general, de la necesidad del
crecimiento económico.[42]
La economía ecológica reprocha a los neoclásicos se
suponen que las escalas óptimas de cada actividad, a nivel micro, pueden
garantizar un crecimiento infinito sin exceder la escala óptima de
macroeconómica. El problema está
en que, mientras la economía crece, no lo hace el sistema mayor en el que esta
se inscribe, la biosfera. Como consecuencia, la economía presiona peligrosamente
la capacidad de sustentación de los ecosistemas, arriesgando los procesos de
mantenimiento de la vida (Goodland
1997: 20-22). Léase, la tesis de los límites
físicos.
Los niveles totales de utilización de recursos hoy en
día son ya insostenibles y su multiplicación por un factor 5 o 10, tal como se
contempla en él informe Brundtland, aun cuando ese aumento se matizase
considerablemente resulta ecológicamente imposible (Dalí
1997:47).
Obviamente, esta economía crítica también la tesis de
la sustituibilidad perfecta entre los factores de producción, y en particular,
entre el capital natural y el manufacturado. La sustituibilidad no existe más a
partir del momento en que el factor limitante es el capital natural, pasando a
ser complementarios. Daly (1997) lo expresa así:
La productividad del capital formado por el hombre se
ve cada vez más limitada por la decreciente disponibilidad de capital natural
complementario […]. Por ejemplo, el factor limitador de las capturas pesqueras
será la capacidad de reproducción de las poblaciones de peces y no el número de
pesqueros (Dalí, 1997: 40-41). La conclusión a la que nos traen las
consideraciones que anteceden es que el capital natural (los recursos naturales
y el capital de formación humana son complementarios, en vez de sustitutivos
(Daly, 1997:42)
Por otra parte, y a diferencia de los ambientalistas
moderados de la economía ambiental, el interés por mantener el capital natural
no se limita a desear evitarle costos a la economía, pero es condición absoluta
para sustentabilidad, y más que por eso, condición para sustentar la vida
misma, o al menos, la vida humana. Por tanto, los límites físicos externos a la
economía imponen ajustarse a ellos, lo que, sumado a la no sustituibilidad del
capital natural, limita las posibilidades del crecimiento económico y de la
población. Eso no quiere decir negar el desarrollo sino cambiar cantidad por
calidad. De este razonamiento, se deriva la propuesta de una economía
estacionaria que compense el crecimiento necesario en los países pobres, con un
crecimiento negativo en los países ricos, a la vez que estos transfieran
tecnología a los primero (Goodland,1997). Pero a largo plazo, el combate a la
pobreza para más por detener el crecimiento demagógico que por el crecimiento,
dice Daly (1993).
Dado que la economía humana es un subsistema de un
ecosistema global finito, que no crece ni siquiera cuando se desarrolla es
evidente que el crecimiento de la economía no puede ser sostenible durante
largos periodos (Daly 1993:27). […]
En última instancia, se debe poner coto al crecimiento
cuantitativo, tanto de población como de mercancías, pero es posible mantener
una mejora cualitativa en un régimen de desarrollo sostenible una mejora
cualitativa en un régimen de desarrollo sostenible […]. La lucha contra la
pobreza será mucho más sin crecimiento. El desarrollo contra puede ayudar, pero
seria reducción de la pobreza exigirá un control de naturalidad y una
redistribución, con el fin de limitar las desigualdades de riqueza (Daly,
1993:30)
Entonces, las diferencias fundamentales vuelven a
expresarse en torno al tema del crecimiento, en primer lugar y secundariamente,
en torno a la cuestión de la sustituibilidad o complementariedad entre el
capital natural y el capital manufacturado y que elementos del capital natural
puede guardarse, dosificarse o reponerse. Esto, incorporando la teoría
neoclásica ortodoxa (cornucopianos) y una diferencia de matrices entre lo que
llamamos la economía ecológica “ortodoxa” y la “pragmática”, menos radical y más
comprometida con la gestión ambiental concreta, abre una gama de posiciones o
alternativas que la literatura propone como “grados de sustentabilidad”,
resultando cuatro sustentabilidades: desde la muy fuerte a la muy
débil, con dos intermedias, fuerte y débil, a secas (Jiménez, 1997:
68-70) presentamos el recuadro 2 que muestra que hay detrás de esta confluencia
en el desarrollo sustentable. De ahí que las primeras filas recogen la dicotomía
filosófica ecocentrismo-antropocentrismo y las posiciones respecto al
crecimiento económico y el demográfico, y en adelante, se aboca para postrar en
qué consisten esas diferencias de “grado”.
Las sustentabilidades muy fuertes y muy débil
representan las posiciones paradigmáticas de la economía ecológica y de la
economía neoclásica “cornucopiana”, que tienen las posiciones extremas respecto
al crecimiento, oponiéndose la primera y defendiéndose la segunda, ambas de
manera absoluta. La sustentabilidad muy fuerte, niega la sustituibilidad entre
el capital natural y manufacturado, proponiendo, como vimos que son
complementarios, y que debe mantenerse todo el capital natural y reponerse lo
más posible del ya dañado o usado. En el otro extremo, la sustentabilidad y le
preocupa no solo mantener sino, en lo posible, acrecentar el capital total,
independientemente de su composición.
Luego tenemos, las posiciones intermedias que ocupan en
el cuadro de las dos columnas del medio. La sustentabilidad débil a secas
es
la propuesta por la economía neoclásica ambiental keynesiana:
reconoce que la sustituibilidad no es perfecta y entonces hay que preocuparse
por mantener el capital natural crítico[43],
que obviamente no es todo el capital natural, y admite la sustitución de no
critico (Jiménez, 1997:70)
GRADOS DE SUSTENTABILIDAD
| |||
Muy fuerte
|
Fuerte
|
Débil
|
Muy débil
|
Ecocentrismo
|
|
Antropocentrismo
|
Ahora bien, la instrumentación de esas últimas
propuestas pasa, antes o después, por la necesidad de medir el capital natural,
una vez que hay que partir de las cantidades que existen y decidir usar,
conservar o reponer. Esta ha determinado que los en los últimos años vengan
proliferando muchas propuestas para medir el patrimonio natural y la
sustentabilidad, de tal forma que la cuestión de los indicadores se ha vuelto
una especie de moda, desplazando en gran medida la discusión teórica y
política.
El tipo de contabilidad preferida por cada
“sustentabilidad” vuelve a mostrar su gama. En los extremos, tenemos la
sustentabilidad muy débil, que utiliza la contabilidad monetaria habitual de las
cuentas nacionales (Producto Interno Bruto (PIB) y demás) y que reconoce solo lo
que tiene precio real y es intercambiado por el mercado. En la otra, la
sustentabilidad muy fuerte se opone a la anterior y tiene la propuesta
ecologista de la contabilidad monetaria habitual de las cuentas
nacionales (Producto Interno Bruto (PIB) y demás) y que reconoce solo que tiene
precio real y es intercambiado con el mercado. La otra punta, la sustentabilidad
muy fuerte se opone a la anterior, y tiene la propuesta ecológica de la
contabilidad física exclusiva, planteado que no solo es capaz de abarcar todos
los recursos naturales, sino que permite valorar su importancia ecosistémica[44].
Los economistas ambientales de la sustentabilidad débil
a secas reconocen que la contabilidad física es un insumo de la monetaria,
dándole lugar, aunque subordinado. Y los economistas ecológicos pragmáticos de
la sustentabilidad fuerte a secas, reconocen la importancia de expresar
monetariamente el valor de los recursos naturales, sin dejar de explicar, en el
discurso, la inconmensurabilidad de su valor intrínseco y las dificultades
técnicas de la adjudicación de precios. Pero en aras de traducir ese valor al
“lenguaje universal del dinero”, los términos económicos que son lo que mueven
las “grandes decisiones”, militan en esa práctica coincidiendo con los
economistas ambientales de la sustentabilidad débil (Constanza, 1997: 112 -113;
El Serafy, 1997:
78-79). Es así como la economía ecológica, en aras de un pragmatismo realista,
se viene plegando al trabajo con indicadores y mediciones monetarias, lo que
supone querer fundamentar su conservacionismo en el terreno teórico y
técnico-instrumental de la economía dominante, validando y reforzando la ética
“economicista” a que dice combatir (Steven, 19991; Gorz, 1993)[45].
En síntesis, la oferta de opciones de sustentabilidad
que presenta la discusión dominante privilegia el aspecto técnico de que, y
cuánto capital natural conservar y jerarquiza la cuestión de las mediciones,
subordinado los aspectos sociales a la disminución de la pobreza en tanto la
creadora de problemas ambientales.
El desarrollo sustentable como un problema social y político la ecología social y el marxismo.
La ecología social.
Proponemos aquí que la corriente de la ecología social
es la heredera más clara de la propuesta de ecodesarrollo para los años setenta,
en el sentido de su sensibilidad social y de tener similares premisas
neopopulistas y neoanarquistas.[46]
Murray Bookchin, es considerado uno de los principales
proponentes teóricos de la ecología social. Filosóficamente, parte de
autodefinirse como más allá del ecocentrismo y el antropocentrismo o, asumiendo
ambos a la vez, pretende sintetizar la crítica ecologista y la social,
superando los extremos de la ecología radical y del antropocentrismo
irresponsable que caracteriza la sociedad. Lo expresa
así:
“un ≪antropocentrismo≫ basado en el principio
religioso de que la Tierra fue ≪hecha≫ para ser dominada por la
≪Humanidad≫ está tan lejos de mi
pensamiento como un ≪biocentrismo≫
que convierte la sociedad humana en una simple comunidad más de animales
(Bookchin, 1991: 128 apud Dobson, 1997: 86). Crítica la ecología radical por
culpar a la humanidad como tal de la crisis ecológica – especialmente de los
consumidores y a los ≪criadores de niños≫ – al tiempo que ignora en
gran medida los intereses empresariales que están saqueando realmente el
planeta” (Bookchin, 1991:128 apud Dobson 1997:86)
Y prefiere hablar de una “primera” y “segunda”
naturaleza, donde la segunda se habría desarrollado a partir de la primera, en
la especie humana, como producto de la evolución, la que se distingue por la
capacidad consciente de cambiar el mundo natural y a si misma (Dobson,
1997).
Aun así, su concepción parte también de cierto
fundamentalismo naturalista por el cual, si bien no opone “la naturaleza buena”
al “hombre mal” (como los ecologistas radicales), la naturaleza es tomada como
modelos para la sociedad, adjudicando a la interdependencia entre las especies,
visualizada por la ecología, una suerte de igualitarismo que la humanidad
debería imitar o recuperar. Dice:
“Lo que hace tan importante la ecología social es que
no ofrece absolutamente ningún argumento a favor de la jerarquía en la
naturaleza ni en la sociedad; cuestiona decisivamente la función misma de la
jerarquía como principio estabilizador u ordenador en ambos ámbitos. La
asociación entre orden tal y como jerarquía queda rota” (Bookchin, 1982: 36 apud
Dobson, 1997)
Otra distancia importante respecto
al ecologismo radical es como interpreta el crecimiento económico. Parte de
considerarlo uno de los problemas sistémicos más obvio, pero no lo adjudica a
problemas morales o a la ideología consumista, sino a la sociedad de mercado en
la que la competencia general la necesidad de crecer, y donde la demanda no es creada por el consumidor, sino por el productor.
Dice:
El crecimiento es sinónimo de la economía de mercado.
Este hecho tiene su más clara en la máxima “crece o muere”. Vivimos en un mundo
competitivo en el que la rivalidad es una ley de la vida económica; la ganancia
un deseo por tanto personal como social y el límite y la contención conceptos
arcaicos […] El crecimiento de cada empresa es la defensa contra la amenaza de
absorción de una empresa rival. Los aspectos morale no tienen cabida en esta
relación competitiva (Bookchin, 1994:40-43)
Esto le quiere decir que no comparta el llamado a poner
un límite tal crecimiento, como una forma de plantear el problema ambiental,
pero entiende que ser la única manera de lograrlo es limitado mercado: “no
podemos detener el crecimiento dejando el mercado intacto, cómo podríamos tener
al egoísmo dejando la rivalidad intacta”
(Bookchin;1994:44).
También se distanciada de las tesis neomalthusianos que
explican la crisis ambiental por el proceso demográfico como una de la forma de
plantear el problema ambiental, pero entiende que la única manera de lograrlo es
limitando el mercado: “no podemos detener el crecimiento dejando el mercado
intacto, como no podríamos detener el egoísmo dejando la rivalidad intacta”
(Bookchin, 1994:44).
También se distancia de las tesis neomalthusianas que
explican la crisis ambiental por el crecimiento demográfico pues señala que no
está aprobada la correspondencia entre los países con alta tasa de natalidad y
que consumen mayor cantidad de energía, materias primas y alimentos (Bookchin
(1994:4).
Entonces ¿Cuál sería la alternativa? Bookchin plantea
que es necesario un “profundo cambio social”, que sustituya la sociedad
capitalista por lo que llama una “sociedad ecológica que
no debe ser jerárquica y clasista” [y debe] “eliminar el concepto mismo de
dominio sobre la naturaleza (Bookchin, 1992: 39-40). A diferencia del marxismo,
la jerarquía está puesta en la dominación y no en la explotación, que aparece
como una forma de la primera. Dice “Ninguna liberación será completa, ningún
intento de crear una armonía entre los seres humanos y entre la humanidad y la
naturaleza podrá jamás tener éxito hasta que no sean erradicadas todas las
jerarquías y no solo las clases, todas las formas de dominio y no solo la
explotación económica (Bookchin, 1992:39).
Y toma como referentes teóricos lo que los llama los
“fundamentos econoanarquístas” de Kropotkin, y los ideales iluministas de Malatesta
y Berneri, que veían en la educación una fuerza liberadora. Así, el anarquismo
“progresará” hacia un “humanismo ecológico” que permitiría encarnar una “nueva
racionalidad, una nueva ciencia, una nueva tecnología” (Bookchin, 1992: 40).
Complementariamente, toma como referente histórico la era mercantil
precapitalista, en la que “el mercado era marginal”, y donde se enfatiza la
cooperación sobre la competencia (Bookchin, 1994:44). De donde, la imagen de esa
nueva sociedad es la misma de esa sociedad es la misma del viejo anarquismo: una
“confederación de municipios libres como contrapoder de base que se oponga a la
creciente centralización del poder del Estado-nación”. El desplazamiento del
mercado sería posible desde una “nueva política”, consistente en la “creación de
una esfera pública de base extremadamente participativa, a nivel de ciudad, de
aldea, de barrio” que desarrolle los lazos comunitarios que lo reduciría sin
sustituirlo.
La interpretación marxista de la cuestión ambiental.
Por último, esbozamos la concepción marxista que
explica el problema socioambiental actual como derivado de las relaciones
sociales de producción capitalistas, cuya lógica privada de prosecución de la
ganancia supone una tendencia expansionista intrínseca. El problema no es el
“estilo de desarrollo”, no el tamaño de mercado, sino esas relaciones mediadas
por el mercado, cuya generalización es un producto histórico del desarrollo de
las fuerzas productivas y la competencia. El mercado no puede achicarse ni
civilizarse o mejorarse privilegiando objetivos sociales objetivos sociales
mientras que la producción continúe organizándose con base en la propiedad
privada de los medios de producción y el trabajo
asalariado.
El marxismo entiende que la historia de la humanidad
reconoce etapas cualitativamente distintas, establecidas por diferentes formas
de organización social de la producción, en relación con los medios materiales y
técnicos disponibles o modos de producción, han supuesto diferentes modalidades
de apropiación social y uso económico de la naturaleza. En los casos en que esos
modos de producción se organizaron con base en relaciones sociales comunitarias
e igualitarias., el vínculo con la naturaleza tendió a ser armónico. Por el
contrario, en los casos en que se organizaron con base en la apropiación privada
de los medios de producción sociales por parte de la minoría, sometiendo a la
mayoría trabajadora a una relación de explotación y dominación, fue esa misma
modalidad de relación la que se proyectó hacia la naturaleza. Luego, mirando
cada modo de producción hacia adentro, ahí donde se crearon las diferencias de
clase, estas suponen un acceso diferencial a los recursos naturales, que
establece responsabilidades distintas respecto a la forma social de utilizarlos,
y un reparto desigual de beneficios y perjuicios. En síntesis, el interés humano
en la naturaleza como fuente de recursos para satisfacer sus necesidades, adopta
formas históricas y sociales concretas que, en las sociedades clasistas son de
clase.
En el capitalismo, la forma dominante es el interés de
la burguesía por satisfacer su necesidad de clase incorporando recursos a la
producción, con el menor costo posible, a los efectos de generar la máxima
ganancia, en el menor tiempo. La operación de la ley del valor supone
consecuencias físico-naturales y sociales. Por un lado, una forma y un ritmo de
la toma de recursos, sin reparar en su renovabilidad, en la generación de
desechos ni en su degradación. Y, por otro, la desocupación y los extremos de
pobreza, propios de la sustitución de hombres por máquinas y de la
diferenciación social que resulta de la competencia. Entonces, ¿Qué papel juegan
los límites físicos? No se trata de discutir la existencia o no de límites
físicos; menos, su medida, que es compleja y de resultados variables. Se trata
de no considerarlos absolutos, entendiendo que los límites de la
sustentabilidad, antes que físicos, son sociales, pues que se utiliza como
recurso y la velocidad con que se lo utiliza, depende de la sociedad. Dice
Foladori (2001a):
[…]El carácter cualitativamente diferente (del ser
humano) en el relacionamiento con el entorno radica en que las contradicciones
económicas al interior de la sociedad humana, es decir, las relaciones sociales
de producción pasan a regular el tipo de recurso natural a utilizar, el espacio
a ocupar, el ritmo de transformación de la naturaleza, y el carácter renovable o
no de los recursos (Foladori, 2001a:117)
Pero ¿Hasta dónde llegan los límites sociales para
acceder a un desarrollo sustentable en el capitalismo? Las leyes de su
funcionamiento permiten comprender cómo el sistema general los problemas, y las
formas en que intenta enfrentarlos. Ahora ¿hasta dónde puede resolverlos? El
marxismo plantea que el sistema podría resolver los problemas de contaminación y
depredación, porque en última instancia, exigen soluciones técnicas que, en sí
mismas, no tienen límites, más allá de que puedan demorarse o ser caras. Los
costos no son un límite definitivo, porque, aunque puedan en un momento
cuestionar la ganancia, eso resulta transitorio una vez que acaban trasladándose
a los precios y resulta pagados por los consumidores. Por lo tanto, solucionar
esos problemas ambientales no cuestiona las bases del sistema capitalista, lo
que descarta claramente la inevitabilidad de su colapso “físico”[47].
Pero, lo que el sistema no puede resolver es el problema de la pobreza y la
desigualdad, la otra “pata” de la cuestión ambiental. El capitalismo, antes
bien, genera permanentemente un excedente relativo de población, la parte de
población que el capital no necesita para su reproducción. Y esto el sistema no
lo puede resolver porque desocupación y pobreza no son solo consecuencias de su
funcionamiento normal, sino que son condiciones para establecer la propia
relación de explotación en la que se basa. Es más, la tendencia es a generar
mayor población excedentaria con relación a la expansión e intensificación de la
acumulación de capital. Entonces, este límite social, la imposibilidad de
eliminar la pobreza y la desigualdad resulta ser el límite absoluto que tiene el
capitalismo para construir la sustentabilidad ambiental (Foladori,
2001a:132-133).
Ahora bien, que el capital pueda resolver los
problemas ambientales físicos, no quiere decir que lo vaya a hacer
necesariamente, ni mucho menos de manera general y homogénea. Su propio
desarrollo desigual – interno e internacional – y las presiones sociales y
políticas concretas – también desiguales y fluctuantes - marcaran la extensión y
el alcance cualitativo de la recuperación físico-ambiental efectiva. Por otra
parte, el marxismo no niega la posibilidad de una crisis ecológica irreversible,
ni da un voto de confianza al capital. Solo distingue teóricamente entre lo
posible y lo necesario; y entre los límites técnicos y los sociales. Es, en ese
sentido, que se insiste en que el sistema puede “enverdecerse” sin perder su
condición capitalista, pero no puede resolver la desocupación, la pobreza y las
desigualdades, sin perderla.
En síntesis, la tesis de los límites físicos que está
por detrás de casi todas las concepciones ambientalistas, la fórmula del
problema sin distinguir la diferencia entre lo físico-natural y el uso
económico-social de los recursos naturales. En general, se limitan a señalar los
efectos de la economía capitalista vigente sin cuestionar en su esencia, y en
los casos en que la cuestionan, no llegan a proponer una organización
económico-social realmente diferente. El marxismo, por el contrario, entiende
que esta sociedad solo podrá ser superada por un orden social que elimine las
relaciones capitalistas de producción, y desde allí, buscar una coevolución
hombre-naturaleza que, en el mismo momento respete las leyes de la naturaleza,
tienda a utilizarla para satisfacer las necesidades del conjunto de la
sociedad.
De esta manera el marxismo y la ecología social centran
la cuestión de la sustentabilidad en los aspectos sociales, y establecen las
alternativas reales de la discusión frente al reduccionismo técnico de los
“grados de sustentabilidad” y la falsa oposición entre el ambientalismo moderado
y el conservacionismo ecologista.
Conclusiones.
El objetivo de esta investigación fue reconstruir la
historia del debate sobre la cuestión ambiental desde finales de los sesenta
hasta que se confluye en el objetivo del desarrollo sustentable, identificando
las concepciones que se fueron expresando y explicando cómo se produce esa
confluencia. En segundo lugar, nos propusimos mostrar cómo esas corrientes de
pensamiento se expresan ahora como alternativas de interpretación del desarrollo
sustentable.
La cuestión ambiental se presentó a finales de los
sesenta como una amenaza de catástrofe más o menos inminente. La visión
predominante fue ecocentrista, con fuerte aporte de biólogos y ecólogos, que
asumieron la interpretación neomalthusiana de entender el problema como generado
por la presión poblacional sobre recursos limitados. La tesis que emergió fue la
de los límites físicos entendidos como absolutos, de donde la propuesta central
fue la de limitar el uso de los recursos, deteniendo el crecimiento económico y
poblacional. Esta propuesta, más que por sus argumentos, por sus consecuencias,
se integró fácilmente a las ideas conservacionistas que, con antecedentes desde
el siglo XIX, resultaron así ambientalmente aggiornadas. A partir de eso, se colocó el problema
como contradicción absoluta entre sociedad y naturaleza, entre economía y
ecología, entre crecimiento y conservación.
Esta propuesta tuvo dos grandes respuestas en esos
primeros años setenta. La dada por la dada por la ONU, en Estocolmo (1972), y la
dada por países del tercer mundo:
· La ONU aceptó, hasta
cierto punto, la idea de los límites físicos, sin catastrofismo; planteó que el
crecimiento puede ser compatible con el cuidado ambiental y hasta que es
necesario para ese cuidado, dado que los pobres generan problemas ambientales,
presionados por sus necesidades. También rechazó la visión neomalthusiana
extrema, y reconoció el derecho de todos los países de usar sus propios
recursos, como un aspecto de su soberanía.
· La otra respuesta
estuvo dada por los países pobres, y se inscribió en la lucha política por
definir un nuevo orden económico internacional. La propuesta principal fue la
del ecodesarrollo, que reivindicaba el crecimiento económico, pero subordinado a
la satisfacción de las necesidades, comenzando por las de los más pobres y
basado en los potenciales ecológicos propios. Piensa una economía de mercado,
pero desconcentrada, con pequeñas empresas, escalonadas reducidas de producción,
tecnologías apropiadas o intermedias, y regulada por acuerdos entre empresas,
estado y sociedad civil, a través de la participación social en la toma de
decisiones. Otra propuesta, menos
conocida, pero cualitativamente muy importante, fue la del modelo mundial
latinoamericano, que, hacía hincapié en la necesidad de un cambio profundo para
resolver la crisis social presente, sustituyendo la lógica privada del mercado
basada en la propiedad privada de los medios de
producción.
En los años que mediaron entre Estocolmo (1972) y
Brundtland (1987), se constituyó un escenario más propicio para relanzar la
problemática ambiental y obtener mayor receptividad, lo que se produjo bajo la
fórmula del desarrollo sustentable. Nuestra revisión detectó elementos que
explican ese transido, de diferente orden:
· Por un lado, una
serie de hechos ambientales y económicos que evidenciaron más la gravedad y
dimensión de las crisis ambientales, y acentuarlo la prioridad de retomar el
crecimiento económico, pero con alternativas tecnológicas y
energéticas.
· Luego, materia
política, tuvo lugar un proceso que cambió el alcance de las luchas políticas,
desplazándose de la vieja oposición capitalismo-socialismo al campo del cambio
de aspectos parciales de esta sociedad, lo que habilita la idea de atender la
crisis ambiental es un cambio posible dentro del sistema vigente, y necesario
para fortalecerlo.
· Por otro lado, se
plasmaron propuestas teórico-políticas que hicieron de puente entre el momento
intelectual de principios de los setenta y Brundtland, 1987. Estos fueron los
trabajos de la Comisión Brandt de la ONU; la llamada Estrategia Mundial de
Conservación (EMC), propuesta por la UICN en 1980.
· El Brand
Report revitalizó la necesidad del mutualismo internacional apelando a
volver a los principios de una economía mundial creciente, organizada y
gestionada, basada en la cooperación, y un papel del Estado y de las
organizaciones internacionales, de fuerte impronta
keynesiana.
· Por su parte, la EMC
fue concebida para mostrar como la conservación puede contribuir a los objetivos
del desarrollo fue la primera vez que este fue sugerido como el mayor medio para
obtener la conservación, en vez de ser visto como su obstrucción. Conservación y
desarrollo fueron definidos como mutuamente dependientes y “desarrollo
sustentable” denomino esa confluencia. La EMC fue entonces la puerta por donde
el desarrollo sustentable entró a los objetivos de los gobiernos y ONG, ya antes
de Brundtland.
Es así cómo se arriba Brundtland, instancia central de
la historia del debate ambientalista. Lo más importante fue el foco que puso en
el crecimiento, visto como el único camino para realizar los objetivos
ambientales y del desarrollo. Su agenda política supera la visión local o
nacional del ecodesarrollo y la EMC, mediante el reconocimiento de la economía
global desigual e interdependiente, y la reivindicación de un intercambio
equitativo entre naciones y de relaciones de cooperación. Brundtland hizo
hegemónica la concepción del ambientalismo moderado a nivel político general.
Dentro del ambientalismo, si bien no supuso la desaparición de diferentes
intereses e interpretaciones puso a todos bajo el mismo techo.
Por último, abrimos las principales interpretaciones
actuales sobre el desarrollo sustentable, a partir de identificar lo que las
diferentes teorías o corrientes de pensamiento privilegian de los tres aspectos
de la sustentabilidad (económico, ecológico y social). Mostramos entonces que el
ambientalismo moderado y los ecologistas conservacionistas privilegian el eje
económico-ecológico, y que confluyen en las políticas ambientales realmente
existentes, ocupándose de establecer qué y cuanto capital natural conservar, lo
cual aparece formulado como alternativas entre “grados de sustentabilidad”.
Abordan la pobreza como un problema que debe ser atenuado mediante
redistribución de ingresos, porque crea problemas ambientales. Por su parte, la
corriente humanista critica (ecología social u marxismo) hace lo inverso: se
centra en la cuestión de la sustentabilidad social, y, por tanto, en qué cambios
son necesarios para el uso económico de los recursos naturales se subordine a
los objetivos sociales, para lo que entienden necesario superar el capitalismo
en una sociedad nueva.
En conclusión, la hegemonía del ambientalismo moderado
debilitó el papel oponente del ecologismo y dio paso a una alianza conceptual y
práctica del desarrollismo y el conservacionismo. De ahí la confluencia, cada
vez mayor, entre gobiernos e inversores capitalistas, con organizaciones y
técnicos conservacionistas, en la que los primero ganan quienes se ocupan de
administrar la conservación, y los segundo ganan apoyo político y fondos para
hacer su trabajo. Esa confluencia, en verdad, funcionaliza y subordina la
conservación a los objetivos del capital. Y es frente a ella que las posiciones
del humanismo critico deben fortalecerse y recolocar la discusión de fondo sobre
el carácter y el alcance de los cambios sustantivos que la realidad
reclama.
[1] El uso de la
expresión ambientalismo a lo largo de este texto se refiere al conjunto
de idas y movimientos surgidos en defensa del ambiente en la segunda mitad del
siglo XX, por lo que no se asigna a ninguna de las diferentes corrientes de
pensamiento que disputan la interpretación del
problema.
[2] Véase Aldo Leopold, 1949, A sand country almanac and
sketches here and there, Nueva York, Oxford University
Press.
[3]
La caracterización de “Cornucopiano” refiere a la idea de abundancia basada en
creer en la ausencia de límites naturales para producir riqueza
creciente.
[4]
El hecho de que una serie de enfermedades, como la cólera, no se remitía a los
pobres, afectando a las clases privilegiadas, favoreció la implantación de las
primeras políticas higienistas en Inglaterra y Francia en el siglo
XIX.
[5]
Esta corriente surgió a mediados del siglo XIX y su punto más alto fue anterior
a la Primera Guerra Mundial. Estaba compuesta por grupos nudistas,
vegetarianos, de medicina natural, de convivencia comunitaria, y de reforma
urbana. En países como Alemania, llegó a ser un movimiento masivo: e.g. la
Federación Alemana de Asociaciones para la Vida y la Curación Natural concentró
a 150,000 personas antes de dicha guerra.
[6]
Riechman y Fernández llaman al higienismo “ambientalismo decimonónico de cuño
Roberto y Burgess”; y al conservacionismo “proteccionismo
aristocrático”.
[7]
La primera reserva natural creada en el mundo fue en Francia, en 1853 – 1861,
por iniciativa de un grupo de pintores, que protegía 624 hectáreas del bosque de
Fontainebleau.
[8]
En Inglaterra; La Sociedad Zoología (1830), la Sociedad para Preservar los
Espacios Abiertos y los Caminos de a Pie (1865), el Comité para la Eliminación
del Humo (1881), la Real Sociedad para la Protección de las Aves (1889), el
Instituto para los Lugares de interés Histórico y de Belleza Natural (1895), o
la Real Sociedad para la conservación de la Naturaleza (1912), la Sociedad
Británica ecológica (1913), la primera Asociación Científica Ecología del
Mundo, el Consejo para la Protección del Medio Rural (1926), la Sociedad de
Ríos Puros, etc.
[9]
Es fundado por John Muir, para quien los bosques tenían un significado místico
por lo que aspiraba a crear muchos parques
nacionales.
[10] Véase G. P. Marsh, 1996, Man and Nature, or physical
geography as modified by human action, Cambridge, Harvard University
Press.
[11]
Esta organización se desarrollará a nivel mundial, como una red de grupos
ecologistas que cinco años después ya contaba con 25,000 miembros en Estados
Unidos.
[12]
Greenpeace fue fundada en 1970 a partir de la iniciativa de unos ciudadanos
canadienses de detener una explosión atómica que Estados Unidos realizaría en
1971, interponiendo un barco propio. Este grupo se caracteriza por realizar
acciones directas que intentan detener diferentes tipos de prácticas dañinas al
medio ambiento físico principalmente en el medio acuático, aunque no
exclusivamente (caza de ballenas, transportes marítimos peligrosos, pruebas
atómicas, etc.) o para denunciarlas y llamar la atención sobre las mismas.
También se expandió rápidamente a nivel mundial, teniendo actualmente 30
secciones nacionales.
[13]
Luego de 1972, ese organismo mantendrá dos proyectos importantes vinculados al
tema: El hombre y la Biosfera y el Programa Hidrológico Internacional (Tamames,
1977: 176).
[14]
El PNUMA se ocupa de la creación y desarrollo de instituciones de cooperación
internacional medioambiental (tipo de Sistema de Vigilancia Mundial – Simuvima
– Sistema Internacional de Consulta (SIC), registro de productos tóxicos, etc.)
y presta atención a proyectos que afectan sectores concretos, como han sido del
Hábitat (Vancouver, 1976) Conferencia del Agua (Mar del Plata, 1977), etc. Se
rige por un consejo de administración compuesto por 58 miembros: 16 países
africanos; 10 América Latina; 13 de Europa Occidental; y 13 de otras naciones,
entre ellas Estados Unidos, Canadá y Japón.
[15] General
Assembly, Twenty-Third Session, Official Records, Plenary Meeting (24 September
– 21 de December de 1968), vol. 3 Nueva York
[16] An essay on the principle of population
as it effects of the future improvement of society with remark speculations of
Mr. Godwin, Mr. Condorcet and another writer. Véase Robert Malthus 1970,
Primer ensayo sobre la población, Madrid, Alianza
Editorial.
[18] Véase Kenneth Boulding, 1945, The consumption concept in
economic theory” American Economic Review, mayo de 1945, pages. 1 – 14; y
1949-1950 “Income welfare” Review of
Economic Studies, pages. 77-86
[19] Véase h. Jarret y J. Hopkins (1955)1970, Environmental
Quality in a Growing Economy, Nueva York, Garret de
Bell
[20]
Véase E. Goldsmith, R. Allen, M. Allaby, J. Davoll y S. Lawrence, 1972,
Manifiesto para la supervivencia, Madrid, Alianza
Editorial.
[21]
El fundador del Club de Roma fue el italiano Aurelio Peccei, uno de los tops
managers de la Fiat y la Olivetti y director de Italconsult, empresa de
estudios de economía e ingeniería del grupo Montecatiniver un estudio global
sobre los problemas mundiales, que bautizó como Proyecto 1969. En 1968, se
celebró en Roma la primera reunión que fundo el Club, convocando economistas,
planificadores, genetistas, sociólogos, politólogos y empresarios. Tiene su
sede en Roma y oficinas en Ginebra y Tokio. Su base financiera la constituyen
las contribuciones del Batelle Memorial Institute y de una serie de empresas
italianas. Además, para financiar estudios concretos, recibe donativos de las
fundaciones Wilkswagen, Ford, Olivetti, etc. El club continuó su programa de
trabajo y ha publicado varios informes más.
[22] Véase
Donella H. Meadows, Dennis L. Meadows, Jorgen Randers y William W. Behrens,
1972, The limits to Growth. A Report for the Club of Rome’s Project on the
Predicament of Mankind, Londres, Potomac.
[23]
En el Informe al Club de Roma publicado en 19912, este plazo se plantea para el
2050. Véase D. Meadows y J. Randers 1992 Beyond the limits.
Global Collapse or a Sustainable Future, London, Earthscan,
174
[24] Véase
H.S.D. Cole. Christopher Freeman. Marie Jahora y K.L.R. Pavitt, 1973,
Thinking About the Future. A Critique of the limits to Growth,
London,
Chatto
& Windus.
[25] Este documento fue realizado por Rene
Dubos y Barbara Ward por
encargo de la secretaría, e incorporo observaciones de 70 especialistas de todo
el mundo.
[26]
El movimiento de países no alineados fue una respuesta de los países del Tercer
Mundo que pretendían resistirse a alinearse a las potencias emergentes en la
posguerra (EE. UU. y la URSS). Fundado en 1961, en la Cumbre de Belgrado
(Yugoslavia) en su momento de auge (1970 – 1975) llego a tener alrededor de
100 países miembros. Tuvo la primera fase (1961 – 1973) centrada en prevenir el
estallido de una tercera guerra, promoviendo el desarme, la no utilización de
fuerzas en las controversias internacionales y el respeto a la
autodeterminación. Apoyaba la lucha anticolonialista, y sus miembros se
mantenían fuera de los sistemas de alianzas militares que construyeron EE. UU.
y la URSS. Paso el miedo al estallido inmediato de una guerra mundial y el auge
de la Guerra Fría, paso a ser centro de la cuestión económica, una vez que la
penetración de las empresas transnacionales en el Tercer Mundo desmentía que la
independencia política salvaguardara la disposición propia de la riqueza de
estos países. Fue así que la Cumbre de Argel (1973) y en el contexto de la
multiplicación de gobiernos y
medidas nacional – populares, el movimiento dio apoyo unánimemente a la
propuesta de un nuevo orden económico internacional (NOEFI) que abriera la
oportunidad del desarrollo autónomo a los países atrasados, y promovió la
asociación de productores de materias primas para la defensa de sus precios,
inspirada en la experiencia de la OPEP (acuerdo de los países productores de
petróleo de subir los precios, 1973), con el ánimo de mejorar las relaciones de
intercambio a favor del Tercer Mundo. Guiado por los principios y derechos a la
autodeterminación e independencia proponían “El desarrollo de la colaboración
internacional con base en la igualdad, la justicia y la equidad” (Declaración
Solemne de la Cumbre Harare, 1986). Este movimiento se fue desintegrando
sobre finales de los ochenta como consecuencia de divisiones y hasta
enfrentamientos armados entre muchos de sus miembros, y de la competencia por
atraer inversiones extranjeras, en el contexto de las transformaciones mundiales
que dieron fortalecimiento el capitalismo, y el dominio de sus potencias,
concomitantes a la disolución del llamado “bloques socialistas”
(s/d)
[27]
Freire (1995) aclara que no necesariamente se hizo en ellos referencia
explícita al término ecodesarrollo, sino que muchas veces se habla de “otro
desarrollo” o de “desarrollo endógeno”, por ser denominaciones preferidas en los
circuitos de estas organizaciones, posiblemente buscando connotaciones menos
radicales en términos ideológicos y más coherentes con la directriz cautelosa
del “nuevo orden económico internacional” (Freire, 1995:
54-56)
[33]
El neopopulismo surgió en Rusia y Europa oriental después de la Primera Guerra
Mundial, y continuaron existiendo estas ideas para criticar tanto la
industrialización capitalista como soviética. Autores de referencia, entre
otros: Kropotkin, Chayanov y Gandhi. Luego Julius Nyerere y
Schumacher.
[34]
Véase A. Herrera et al., 1971, ¿Catástrofe o nueva sociedad? Modelo Mundial
Latinoamericano, Bogotá, Fundación Bariloche-Centro Internacional de
Investigaciones para el Desarrollo.
[35]
La literatura también indica los trabajos de la Comisión Palme de la ONU, sobre
cuestiones de desarme y seguridad, que produjo el documento Common Security, como otro
antecedente del mutualismo internacional de Brundtland (Adams, 1990: 57;
Brundtland: XII)
[36] IUCN, 1980, World
Conservation Strategy: Living Resource Conservation for Sustainable Development IUCN, Gland. La filosofía de la WCE está particularmente expresada en
el documento “conservación de los recursos vivos para el desarrollo sustentable”
(Sandler, 1994:26).
[37]
Trade-off es
un concepto económico que no tiene una traducción aceptable en español. Se
refiere a cuando se deben atender varios objetivos a la vez, pero lo que hace en
uno positivamente, repercute en el otro negativamente. Por ejemplo, en economía
keynesiana, disminuir el desempleo, implica mayor inflación. De ahí que la
cuestión es elegir entre las múltiples combinaciones de los procesos implicados
(Müller, 1996: XII)
[38]
Se designó a la señora Gro Harlem Brundtland, líder del Partido Laborista de
Noruega, y al doctor Mansour Khalid, ex ministro de
Relaciones Exteriores de Sudán, como presidente y vicepresidente,
respectivamente. Ambos designaron a los demás miembros, cientistas y políticos
altamente calificados, teniendo la condición de que la mitad fueran de países en
desarrollo. Para ampliar su base de informaciones, la comisión designó un grupo
de consultores y se crearon paneles consultivos en las áreas de energía,
industria y seguridad alimentaria. Para hacer su trabajo transparente y abierto
a la participación, la comisión realizó reuniones deliberativas en todas las
regiones del mundo y audiencias públicas, en las que participaron los
principales representantes de los gobiernos, cientistas, industriales,
representantes de la ONG y público en general (Comisión Mundial sobre Medio
Ambiente y Desarrollo (CMMAD) 191:393-400)
[39]
Todas las citas que siguen de Nuestro futuro común son traducciones de la
autora de la versión en portugués.
[40]
Véase Comisión Mundial sobre Medio
Ambiente y Desarrollo (CMMAD),1993; Río 1992; Programa XXI, t. II Madrid,
MOPT
[41]
La publicación de 1971 del libro del economista rumano Nicholas Georgescu-Roegen, The entropy Law ant the Economic Process
(Cambridge, Massachusetts, Harvard U.P.) se considera que el
antecedente principal de la actual economía ecológica, la que se estructuró más
acabadamente en el texto For the common good; redirecting the economy
towards community, the environment, and sustainable future de los norteamericanos Herman Daly y John B. Coob (1999, Boston, Beacon
Press).
[42]
El libro de Goodland
[1992] 1997, Medio ambiente y desarrollo sostenible, Más allá del informe
Brundtland
Madrid Trotta, reúne los actores más destacados de esta teoría
económica que desarrollan sus argumentos en oposición explicita a la tesis de
Brundtland de la necesidad de crecimiento.
[44]
Por ejemplo: cálculo de
Stocks y flujos, costos y balances energéticos, capacidad de carga,
huella ecológica, techo ambiental, consumo humano del producto de la
fotosíntesis.
[45]
El ejemplo paradigmático de esto es la estimación del valor monetario marginal
de los bienes y servicios ecosistémicos globales hecha por un grupo de
cientistas dirigidos por el doctor Robert Constanza, presidente fundador de la
Internacional Society for
Ecological
Economics y
editor jefe de la revista Ecológica Economics,
publicado en mayo de 1997 por la revista Nature.
Véase R. Constanza, R. d’Arge, R. de Groot, S. Farber, M.
Grasso, B. Hammom,
K. Limburg, Sha.
Naeem, R. O’Neill,
J. Paruelo, R. Raskin, P.
Sutton y M. Van den Belt, 1997; “The value of
the world’s ecosystem
services and
natural capital”, Nature, vol. 387,15/5/1997:
253-260.
[46]
La corriente del ecodesarrollo de los setenta fue perdiendo portadores y fuerza
política, por lo9 que importa decir que la ecología social es su heredera. Esto
es independiente de la Ignacy Sachs continúa usando el término, el que presenta
como un desarrollo que debe atender cinco “dimensiones de sustentabilidad”, lo
que es una forma de “reciclarlo” bajo el techo común del desarrollo sustentable
(Sachs, 1994: 37 – 38)
[47]
Algunos autores marxistas piensan que la situación actual tiende a ese colapso
“físico” y lo fundamentan en que el capital podría sustentar el enverdecimiento
sin cuestionar la ganancia y, por tanto, su lógica. Véase e.g. Enzensberger
(1979), O’Connor (1991) y Foster (1994), entre
otros.
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